Banda sonora ochentera busca película molona.
Por José Ramón González.
Hace diez años que tuvimos noticia de la formación de esta banda, y nueve desde la publicación de su primer álbum. Diez años en los que The Night Flight Orchestra ha pasado de ser lo que suponíamos un proyecto sin viso de continuidad, como un divertimento al margen de la bandas de referencia de sus principales nombres (Björn Strid y David Andersson de Soilwork y Sharlee D’Angelo de Arch Enemy), a una de las más excitantes y asombrosas formaciones del siglo XXI. Y nos sentimos afortunados por haberlos acompañado durante este tiempo, haber seguido su evolución en cada uno de sus discos y haber sido testigos de su asentamiento estable como banda a lo largo de una de las discografías imprescindibles de la segunda década de este nuevo siglo inestable, turbulento y amenazante.
El título de su nuevo álbum viene justificado por el hecho de que parece ser que TNFO pretendían que Aeromantic (2020), su anterior y excelente publicación, fuese un disco doble, a lo que su compañía se negó. No es posible saber es si la distribución de las canciones habría sido, en ese hipotético álbum doble, la misma que se nos ha presentado en estos dos por separado, y si son las mismas canciones que tenían planeadas. Lo que sí parece más claro es que la colección de canciones que nos ofrecen en Aeromantic II es muy apropiada para formar parte de la banda sonora de una película de los años ochenta. Es decir, de nuevo, una auténtica gozada. Y eso es algo que, aunque no lo parezca, sólo puede hacerlo con la calidad necesaria una banda como esta, cuyo trabajo es verdaderamente exigente e instrumentalmente impecable. Alguna influencia podría haber tenido ―¿o ha sido al revés?― ese proyecto lúdico-festivo llamado At The Movies, en el que está implicado Strid, que ha ido publicando en Youtube durante la pandemia versiones de clásicos del rock pertenecientes a bandas sonoras de películas de aquella década.
Hay algo que, entre otras cosas, distingue a The Night Flight Orchestra de otras bandas que practican en su música una especie de revival de la música más típica de los años ochenta: lo suyo no parece haber sido tan premeditado. Los TNFO que tenemos ahora no son exactamente los mismos que publicaron su primer álbum a través de Coroner Records en 2012. Tampoco es que se haya producido un cambio extraordinario en su música, pues ya en Internal affairs su propuesta era puro revival aunque no ochentero, sino una mezcla de psicodelia, rock de los setenta, funk… La evolución desde aquel sonido hacia lo que nos presenta Aeromantic II comenzó con Amber Galactic (2017); allí ya se desviaban con más claridad hacia el sonido de sintetizadores con ramalazos pop-rock y golpes de cadera discotequeros. Hemos sido testigos de cómo han ido afilando el sonido, puliendo las melodías, dejando atrás el sonido de los setenta y dejándose llevar por los del pop-rock de los ochenta; cómo se han ido incorporando a los coros las dos Annas hasta llegar a ser tan imprescindibles que ahora su música parece inconcebible sin ellas, cómo han perfeccionado las dinámicas hasta el punto de transformarse en algo puramente orgánico.
A pesar de todo esto, no puedo decir que éste sea su mejor álbum. La sorpresa se va difuminando, la chispa creativa tiene menos fulgor, y en el arranque de algunas canciones resulta difícil distinguir a éstas de otras anteriores, más inspiradas, además de que algunos cierres me han resultado algo bruscos. Pero qué demonios; no olvidemos que estamos ante su sexto álbum y que delante hay cinco obras maravillosas. No creo que tengamos derecho a exigir tan continuo alto nivel. Porque además Aeromantic II se sigue disfrutando igual de cochinamente que los anteriores. Mantiene las virtudes del principio activo del antibiótico prácticamente intactas: lo escuchas ahora pero su efecto empieza a notarse pasados los días. Así «Violent Indigo» parece menos lograda en sus primeras escuchas que cuando uno toma consciencia días después de la gran composición que han elegido para abrir el álbum. Las dinámicas están tan trabajadas y depuradas que es imposible no tirarse de cabeza a «Midnight marvelous» o «Burn for me» ―cuyas guitarras son una máquina de sacudir articulaciones―. Aquí tengo que destacar, como hice en anteriores ocasiones, el magnífico trabajo de Sharlee D’Angelo al bajo, que me encanta, sin menosprecio del del resto de músicos. Björn Strid da un recital espectacular en todo el álbum, llegando a niveles muy exigentes en temas como «Chardonnay nights».
«Amber through a window» es otro de los momentos álgidos del álbum, con un ritmo envenenado que deja sin respiración, lo mismo que «White jeans». Por el contrario, me resulta menos convincente «You belong to the night», más conformista, con su arranque menos original y un estribillo poco ambicioso. Quizás el estilo de canción disco requiera esa construcción, esa sencillez, pero como las han hecho mejores se me queda corta. Prefiero recrearme en «Moonlit skies», una estupenda canción al final del disco, diferente al resto como en anteriores lanzamientos.
He dicho que no era este su mejor álbum. Pero si no existieran los anteriores, qué extraordinario disco sería.
THE NIGHT FLIGHT ORCHESTRA:
BJÖRN STRID: Cantante
DAVID ANDERSSON: Guitarras, teclados
SHARLEE D’ANGELO: Bajo
JONAS KÄLLBÄCK: Batería y percusión
JOHN KYOTO LÖNNMYR: Teclados
SEBASTIAN FORSLUND: Guitarra, percusión, coros
ANNA BRYGÅRD: Coros
ANNA-MIA BONDE: Coros