Un asunto de familia.
Por José Ramón González.
Ésta es una de esas pocas ocasiones (muy posiblemente sea la única, no se me ocurre ninguna otra) en la que celebro no escuchar cantar a Göran Edman en un disco. Fue a este cantante a quien el bajista y compositor Marcel Jacob quería para la banda que estaba formando. Jacob había estado tocando en el grupo de Yngwie Malmsteen y acababa de grabar el primer disco en solitario de John Norum, de cuyas canciones ―se dice― era el compositor, aunque apareciera acreditado en ellas junto a Norum. En esas sesiones de grabación se había encontrado con Göran Edman, responsable de la interpretación de algunos de los temas.
Cuando John Norum estaba preparando su segundo álbum Marcel Jacob le presentó algunas de sus nuevas composiciones pero éste las rechazó. Deberíamos agradecerle esa decisión al guitarrista de Europe, puesto que no estuviese receptivo o, sencillamente, esas canciones no encajasen con lo que tenía en mente, originó el nacimiento de la banda que nos ocupa y, por otro lado, nos proporcionó un álbum de Norum, Face the truth (1992), que tampoco tiene desperdicio. Dicho sea de paso, en este segundo disco de John Norum canta Glenn Hughes, el cual había estado trabajando con Don Dokken en algunas canciones que, de una manera u otra, terminarían en el primer disco en solitario de Don y en el que Norum sería uno de los guitarristas junto a Billy White. Coincidencia o no, White también colabora en el disco de John Norum junto al bajista Peter Baltes que asimismo terminaría formando parte de la banda de Don Dokken. Todo queda en familia.
Göran Edman grabó las demos de las canciones de Jacob, a las que éste no pensaba renunciar. Pero aquí aparece de nuevo Yngwie Malmsteen que echa el anzuelo a Edman para su siguiente disco Eclipse (1990). Edman, comprensiblemente, acepta y Jacob se queda sin cantante a punto de firmar un contrato. Malmsteen, de quien ya sabemos lo que aprecia el protagonismo y que desempeña aquí el papel de estrella alrededor de cuyo sistema giran músicos que salen de él o al que se dirigen, ilumina a Jacob haciéndole recordar el nombre de aquel cantante junto al que había grabado Marching out en 1985 pocos años atrás: Jeff Scott Soto. El vocalista andaba liadillo enfrascado en un fabuloso álbum con un grupo llamado Eyes junto a Jimmy O’Shea, Steven Dougherty y Aldy Damian. Parece que Jacob tuvo que insistir mucho para persuadir a Soto y que se comprometiera con Talisman, nombre que había elegido para la banda para la que contaría también con el guitarrista Christopher Stahl.
Talisman es uno de esos nombres esenciales que engrandecen el género del hard rock, y sin el cual este insignificante redactor no habría llegado a estimar este estilo musical de manera tan admirablemente incondicional. En Talisman se da una fórmula en la que se articulan de un modo excepcional un gran nivel técnico ―que evolucionaría en sus sucesivas publicaciones hasta alcanzar la máxima expresión―, una tendencia a la experimentación en la que no se ponen excepciones unida a una querencia por la fusión de géneros en la que tampoco hacen ascos a casi nada, y unas melodías muy personales, depuradas, atrevidas y tremendamente inspiradas en las que brilla hasta el deslumbramiento Jeff Scott Soto, uno de los cantantes más admirables del género. Puede presumir de una fiereza pulida a base de buen gusto y carácter (además de un indudable bagaje y un buen oído), más una creatividad y emocionalidad difícilmente imitables. No debe extrañar que cualquier músico que haya aspirado a dar un poco de lustre a sus canciones, por poco buenas que fueran, haya querido tener a Scott Soto en su banda. (Dudo mucho que yo hubiera podido disfrutar de discos como Eternal Prisoner o Between the walls de Axel Rudi Pell si no cantara en ellos Jeff Scott Soto). Tan bueno es, tanto me gusta que, decía al principio, no lamento que finalmente no se quedara en Talisman otro de los mejores, Göran Edman. Escuchadas las demos que grabara Göran y que nos permiten saborear a esos otros Talisman que podrían haber sido, no hay duda de que el resultado habría alcanzado igualmente la excelencia (ese «Day by day» parece creado nota a nota para la voz y las modulaciones de Edman), pero difícilmente habrían llegado a desarrollar el estilo, la personalidad y la capacidad de fusión y osadía que progresivamente llevarían a cabo Jacob y Soto junto al extraordinario Fredrik Akesson, que se uniría como guitarrista poco después del primer disco, y al batería Jamie Borger.
El disco de presentación de Talisman es un clásico auténtico del género. Aquellos que fuimos testigos del nacimiento de la banda y publicación de este álbum también hemos tenido el privilegio de asistir en tiempo real a la transformación de un trabajo magnífico en clásico, cómo poco a poco se ha ido tiñendo de los rasgos, caracteres y categoría de un imprescindible. Hasta que llega un momento en el que uno pone el disco y se da cuenta de que a quien tiene delante ya no es a Clark Kent, sino a Superman. Ese disco había nacido como clásico pero no reveló su verdadera naturaleza hasta que pasó el tiempo necesario, condición imprescindible para poder catalogar una obra de arte como tal.
«Break your chains», la canción que inaugura la carrera de la banda en el álbum, sigue resonando en la memoria años después de haber sido escuchada por primera vez con la misma energía y vitalidad. La infalible tensión creciente que la introduce arrastra la emoción primaria y sacude la nostalgia. Las líneas de la voz gozan de una inspirada melodía, los teclados acompañan deliciosamente y la progresión en la construcción es tan hermosa como irrepetible. Es difícil no creer a Marcel Jacob cuando aseguraba que las canciones de Total control de Norum ya estaban compuestas tiempo atrás por él. «Let me love you» o «Eternal flame» están tan cerca de «Break your chains» o «Comin’ home», o de otra canción como «Scream of anger», compuesta por Jacob para Europe, como E.T. de Elliot.
En este primer título de Talisman hay, al menos, otras tres o cuatro composiciones imprescindibles de la época. «I’ll be waiting», colosal sencillo de adherencia garantizada que hace en tres minutos por alguien necesitado de energía positiva más que el mayor libro superventas de autoayuda. El medio tiempo «Just between us» debería aparecer al lado de otros clásicos del mismo estilo de la década anterior (¿«Is this love», por ejemplo?) o joyas como «What keeps me loving you» de XYZ. Y la encantadoramente ingenua «Day by day», canción con la que pocos se atreverían, coquetea con el pop, el AOR y el rock melódico con unos coros tan osados como irresistibles.
«Standing on fire», «Lightning strikes» o la más acelerada «Queen» se baten en duelo de igual a igual por optar a ser esa cuarta composición imprescindible de un disco por el que el tiempo ha hecho algo mejor que actualizarlo: lo ha encumbrado a distinguido título de algo que ya no se puede hacer, porque es irrepetible e inimitable; porque pertenece a un momento y unas circunstancias que no se volverán a dar y a unos músicos que, sin saberlo, dejarían una obra única que además fue el comienzo de una de las carreras más brillantes del final del siglo XX y el comienzo del XXI.
TALISMAN:
MARCEL JACOB: Bajo, guitarras rítmicas, batería y teclados
JEFF SCOTT SOTO: Cantante
CHRISTOPHER STAHL: Guitarra solista