Críticas Casco Antiguo

SURVIVOR «Too Hot To Sleep» (Scotti Brothers, 1988)

SURVIVOR «Too Hot To Sleep» (Scotti Brothers, 1988)

Al desnudo.

Por José Ramón González.

 

Algunos discos y canciones aparecen en algún momento de la vida y, casi sin darse uno cuenta, terminan amarrándose a su existencia y lo acompañan durante largo tiempo, a veces ya siempre. Es probable que en el momento de su aparición no tuvieran una excesiva relevancia, sin embargo terminan transformados en una sombra, un reflejo de uno mismo, un eco al fondo de la memoria; en definitiva, en una compañía permanente, un referente, un asidero.

Too hot to sleep ha sonado tanto en mis recuerdos y en mi cabeza como en mi reproductor. Me ha acompañado desde hace muchos años, desde que se publicó. Posiblemente sus canciones se hayan reproducido más veces en mi mente que, primero en el giradiscos, y posteriormente en el reproductor de cd, en una bonita reedición japonesa en imitación a vinilo ―los conocidos mini lp cardboard sleeve―. Es un referente de calidad, un refugio, un álbum que me gusta tanto que no pongo demasiado, lo reservo para ocasiones concretas temeroso de que su atractivo, de repente, desaparezca. Aunque sepa que eso no es posible porque se trata de una obra de arte, y esas son eternas.

Este es un disco muy diferente a lo que había hecho Survivor en su anterior publicación, When seconds count (1986), producido por Ron Nevison ―como el anterior Vital signs (1984)―, un álbum dominado por los teclados y sintetizadores, un sonido sofisticado y algunos elementos pop, con canciones tan extraordinarias como las insuperables «Oceans», «Backstreet love affair» o «In good faith». Con la producción de Frank Filipetti y Frankie Sullivan, Too hot to sleep se desplaza al otro extremo; mejor, se desnuda para mostrar la música de la banda en su plenitud. Un disco de una madurez indiscutible y envidiable, una deslumbrante profundización en su sonido que les lleva a alcanzar los mismos resultados de sus álbumes anteriores, pero desprendiéndose de adornos innecesarios y renunciando a cualquier exceso de teclados y coros, a todo lo accesible. Y esto me parece que es extraordinario pues la banda, que había forjado su sentido en unos rasgos concretos, decide prescindir de muchos de ellos y componer diez canciones con una base de puro rock y al mismo tiempo, no sólo mantener sus señas de identidad, sino alcanzar la cima de su creación artística. Esto se observa también en la duración de las canciones ―ninguna baja de los cuatro minutos y algunas pasan generosamente de los cinco―, lo que refleja en parte esa madurez y serenidad alcanzada para dejar a las canciones desarrollarse con libertad. Cuando un artista, en el ámbito que sea, llega a un momento como éste se suelen producir grandes obras.

Y como en las grandes obras, todo en el conjunto importa. En la portada tenemos el rojo el negro, el fuego, el calor y el misterio, la pasión y la serenidad de un amanecer/ocaso. En el comienzo del álbum nos encontramos con una presentación también elocuente e inequívoca de lo que entraña el trabajo completo ―y más si lo comparamos con el arranque de teclados de When seconds count―: una entrada de batería clásica y sencilla ―con un sonido más natural que el de álbumes anteriores―, la base rítmica fundamental sobre la que van a montar una gran canción. A la batería de «Shes’s a star» se une un riff de guitarra de sonidos graves y posteriormente el bajo. Sorprendente para lo que podía esperarse de Survivor tras sus últimos éxitos. Mientras comienza la canción podemos aprovechar para comentar la paradoja que supone este arranque teniendo en cuenta que los anteriores batería y bajista de siempre, Marc Droubay y Stephan Ellis, ya no estaban, y habían sido sustituidos por músicos de sesión, el más que conocido Mickey Curry y Bill Syniar, por lo que Survivor era esencialmente un trío.

Tras esos primeros momentos y mientras me entretenía explicando lo de los músicos, la guitarra de Frankie Sullivan ha introducido la melodía que va a servir de entrada a la voz de Jimi Jamison quien, a mi juicio, canta en este disco como nunca, equilibrando a la perfección la agresividad del hard rock con una finísima delicadeza melódica. Esa melodía de guitarra es extraordinaria, un detalle de clase, de gracia y chispa que tira de lo básico para crear algo magnífico. Mientras tanto ni rastro de teclados, ¿dónde está Jim Peterik? Donde se le necesita. Cuando llega el puente la canción necesita un refuerzo para cruzarlo, y ahí aparecen los teclados únicos de Peterik que elevan una canción que ya volaba alto para llevarla al estribillo, cargado de fuerza rockera. Una maravilla. Hard rock clásico depurado y reforzado con las melodías Survivor llevadas a otra dimensión.

Después de este arranque la banda coloca un brillante más en el engarce de su legado con otra de las grandes canciones de su carrera, «Desperate dreams», con un comienzo de teclados y guitarra suaves pero anclada a un ritmo básico marcado de nuevo por la batería y el bajo. Una composición puro Survivor pero mejor. Cantada maravillosamente por Jamison y con unos coros en el estribillo sobresalientes y contenidos, alcanza las emociones de manera intensa y verdadera.

En las dos siguientes canciones se vuelven a alternar el hard rock y el melódico en otras dos excelentes canciones, la ardiente y sugerente «Too hot to sleep», y la maravillosa «Didn’t know it was love», single indiscutible del álbum, tan hermosa en su sencillez como soberbia en su ejecución.

Cierra esa primera cara «Rhythm of the city», que transmite el pálpito apasionado de los corazones atemperado por el calor de la noche.

La segunda cara del álbum comenzaba con los imprescindibles seis minutos y medio de «Here comes desire»; nada de demora en cada segundo necesario para esta canción estupenda que vuelve a equilibrar el rock clásico con las melodías distintivas de Survivor, y que van a dar paso al segundo single, la bellísima «Across the miles», cantada sensacionalmente por Jamison, con enorme delicadeza, quien pone la emoción necesaria a una conmovedora letra. Sullivan saca lo mejor de sí mismo en esta canción. Nunca ha destacado por su técnica, pero aprovecha muy bien una de sus virtudes, que es el manejo de los silencios. Aquí lo clava, e incluso sus tics de notas enlazadas encajan perfectamente dejando en el aire el sonido de la última, potenciando la sencillez y el reposo de la composición. Para él es el último minuto y medio. Diez años después Uriah heep incluyó un versión de «Across the miles» en su álbum Sonic origami (1998).

«Tell me I’m the one» podría haber sido sin suda el tercer single si hubiese habido ocasión para ello. Como un imaginado cruce entre «She’s a star» y «Didn’t know it was love», es una perfecta composición para llegar a cualquier tipo de público, sencilla, tarareable e irresistible.

Para cerrar el disco ofrecen dos canciones antitéticas en su cadencia y calado. Por un lado «Can’t give it up» seguiría la línea de composiciones como «Rebel son» o «First night» de álbumes anteriores, rápida y contagiosa, para dejar el colofón en manos de «Burning bridges», una canción lenta, muy reposada pero llena de nuevo de calor e intensidad dramática. Sería el reverso de la inicial «She’s a star» pero en un marcado ritmo menor, y el acertado cierre al conjunto. Batería sencilla, guitarras más graves, desarrollo de más de cinco minutos e innegable estructura de rock.

Como ya sabe cualquiera ahora, el disco tuvo muy poca repercusión. Tan poca, que la banda decidió hacer un descanso, pausa que se alargaría definitivamente. A pesar de los intentos posteriores de reunión, incluso con Dave Bickler, primer cantante de la banda ―por ahí hay unas demos de lo que podría haber sido ese álbum― nunca más volvió a existir el tándem compositivo clásico Sullivan/Peterik como Survivor que tanta gloria dio al rock melódico.

A mi juicio, o quizás por mis gustos, Too hot lo sleep es la obra cumbre de Survivor. Algo difícil de afirmar tras haber grabado piezas fundamental del género como Vital signs o When seconds count. Discutimos a veces si la calidad musical y el talento necesitan de la recompensa de la popularidad o el reconocimiento, pero las consecuencias de que se produzca o no a veces son innegables. Si Too hot to sleep hubiese sido recibida como merece una obra de su categoría, posiblemente habría habido más discos de la banda. Sin embargo nos queda este álbum que muestra lo mejor de su talento. Es un disco que capturó la magia fugaz, esa magia excepcional atrapada en un momento y que registrada en un álbum lo convierte en obra de arte, la cual permanece en el tiempo y el espacio, flotando en los colores de su portada con su horizonte infinito y misterioso.

survivor - too hot to sleep cover
SURVIVOR:
FRANKIE SULLIVAN: Guitarra, coros
JIM PETERIK: Teclados
JIMI JAMISON: Cantante

BILL SYNIAR: Bajo
MICKEY CURRY: Batería

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