Críticas Casco Antiguo

STAN BUSH «Stan Bush» (Columbia, 1983)

STAN BUSH «Stan Bush» (Columbia, 1983)

Despatarrado.

Por José Ramón González.

 

Parece haber un acuerdo tácito entre la mayoría de los amantes (me encanta el uso de esta palabra para manifestar mucho más que una afición) del rock, hard rock o rock melódico en marcar el comienzo de la carrera del músico estadounidense Stan Bush con la publicación en 1987 de su difícilmente superable Stan Bush & Barrage. Ese álbum es icónico, asombroso, y a partir de ahí, cierto, el bagaje artístico de Stan Bush entró en ignición. Con sus siguientes títulos, igualmente entre muy buenos y buenísimos, se mantuvo en órbita. Tras un pequeño bache creativo en la segunda mitad de la década de los noventa del siglo pasado la inspiración volvió a restregarse con el músico a comienzos del XXI, cuyos gozosos revolcones nos dejaron algún otro retoño monísimo con las virtudes y rasgos que lo hacían reconocible como perteneciente a la misma estirpe que sus hermanos mayores —yo tengo debilidad por el nacido en 2007, In this life—.

Bush provenía de una banda llamada Boulder que publicó un disco en 1979 en la que tocaba la guitarra, no cantaba, y para el que únicamente escribió una canción. Un álbum entretenido, con cierto interés aunque poco relevante, pieza para tener en la colección por estar quien está. Cuatro años después — y cuatro antes del mítico Stan Bush & Barrage— el músico norteamericano publicó su primer disco en solitario, y es casi (subrayo el casi) tan bueno como su sucesor. Clásico entre los clásicos, ineludible y arrebatador, impecable y emocionante, es un álbum que, si de Stan Bush & Barrage se dice que es obligatorio, éste lo debería ser tanto como aquel. Si no, ninguno lo es.

Ese Stan Bush despatarrado en la portada del disco podría ser el mismo Bryan Adams o cualquier otro rockero que empezara a dar sus primeros pasos (de ahí supongo que el despatarramiento por la falta de práctica) en el difícil negocio de la música. Comúnmente calificado como AOR, a mi parecer éste es un disco de rock estándar americano con elementos melódicos y toques de balbuciente hard. Canciones con temática amorosa, cargadas de un romanticismo tradicional envueltas en irresistibles guitarras eléctricas y fabulosas melodías. Sin ningún complejo podría emparentarse con los discos de Survivor de la misma época, si le sirve esto a alguien de referencia. Y, claro, la ya inconfundible voz de Stan Bush que domina cada momento del álbum. Me gustaría saber cómo fue ese momento en el que este tipo pasó de ser el guitarrista de una banda más o menos discreta a decir «dame ese micrófono» y ponerse a cantar, y hacerlo de manera tan extraordinaria que llegó a transformarse en un icono del estilo, además de componer unas canciones tan reconocibles y tocar la guitarra decentemente.

Desgraciadamente en los últimos tiempos parece haberse agarrado a una sola de sus canciones, «The touch», como al único trozo de madera flotante disponible en medio del océano tras una travesía catastrófica cuando en su carrera tiene canciones brillantes para regalar. Pero, ay, no de la misma popularidad. (¿No es «The touch» el «Eye of the tiger» de las películas de animación?). Quizás por eso la destaca constantemente, remezcla, regraba y coloca en películas de acción y animación y juegos. Decía Jason Newsted en un interesante documental titulado Hired gun (Frank Strine, 2016) que es más importante haber creado un clásico que un número uno. Stan Bush es él mismo un clásico, a pesar de que su popularidad actualmente no es la misma de la que disfrutó décadas atrás. Eso empuja a algunos artistas a sacar a relucir una y otra vez el currículum del que lógicamente se sienten orgullosos. Pero si la canción a la que nos referimos estaba incluida en el disco de 1987, ¿es que no hay nada más ni mejor en todos sus discos posteriores? Pues sí, pero no tan populares. Ese arranque mítico de ¡You’ve got the touch! ¡You’ve got the power! se ha convertido ya casi en legendario, por lo que es imposible de replicar.

Pero frenemos y volvamos a 1983, porque este primer disco de Stan Bush no es tan deslumbrante, lo admitimos, pero tiene el atractivo, el irrepetible encanto de las obras inaugurales de alguien que se lanza a la carrera convencido de lo que hace con unas canciones que llevan desde ese momento la marca, la personalidad y el estilo de aquello que llegará a ser poco tiempo después. Hay mucho fuego en el arranque de este clásico: «It’s hot» calienta el ambiente con unas melodías no exentas de fuerza, muy pegadizas, para ceder después el relevo a lo que para mí es un acierto absoluto, «Fire in my heart», una canción que no debería faltar en su repertorio; y que falta. Debe de ser que él mismo también ha aceptado el pacto de olvidar este disco. Y es una pena, porque hay más composiciones de esas que se pegan como la miel al dorso de la mano cuando uno la mete en el tarro para apurar en el fondo lo máximo posible; «Can’t live without love» con ese ritmo de guitarras entrecortado, al igual que «Love has taken me away» o «Say the word», irresistible como una tentación en la que se produce la conjunción de los astros para que todo funcione a la perfección: combinación de guitarras acústicas y eléctricas, una base rítmica que hace honor a su apellido de modo sobresaliente, y unos coros de los que ya pocas veces se escuchan (los de «Keep your love alive» también son de los buenos). Por su lado «Don’t accusse her» habla de los celos en una canción en la que Bush está muy inspirado mientras que para abrir la cara B encontramos «All American boy» de Van Stephenson que popularizara Y&T.

Discos como éste han visto desplazado su atractivo por otros más populares. Eso es algo sencillo de entender y de aceptar. A pesar de ello creo que eso mismo los ha beneficiado en la medida en la que han sufrido menos el desgaste de la reproducción continua. Puede que también haya algo de terquedad por mi parte en ir a contracorriente, de sentir una irresistible atracción por lo menos conocido. Puede que tenga una facilidad incontrolada para conectar con estas obras primitivas que, objetivamente, creo que tienen unas muy parecidas virtudes a las otras que hicieron masivamente conocidos a sus autores. Sin duda, esas obras de referencia no existirían si antes no hubiesen aparecido estas otras. Me ocurre con discos como el primero de Bon Jovi, un disco infalible en mi opinión, o Kill ‘em all de Metallica en otro género. En este primer disco de Stan Bush no puedo evitar sentirme conmovido por esas bonitas melodías, el complemento sencillo pero perfecto de los teclados, el órgano, los coros que acompañan al modo tradicional las canciones. La fuerza que tienen algunas armonías que se intensifican en el momento adecuado, como en «Love has taken me away». No logra el impacto que alcanzó con Stan Bush & Barrage, pero precisamente eso es lo que en mi opinión lo hace especialmente atractivo: sin ese pulimento, sin esos arreglos, el disco se me antoja glorioso.

Stan Bush (1983) COVER
STAN BUSH: Cantante y guitarra
MIKE BAIRD, GARY MALLABER: Batería
DENNIS BELFIELD, LELAND SKLAR, DAVID WHITE: Bajo
ALAN PASQUA: Órgano
PAUL HERZOG, MIKE WILK: Sintetizador
STEVE FORMAN: Percusión

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