Canela fina.
Por José Ramón González.
No es lo más ortodoxo comentar o dedicar una reseña a un disco recopilatorio, aunque bien es cierto que muchos de ellos llegan a convertirse en los más vendidos de la discografía de sus autores, a pesar de que no sean más que una selección de sus composiciones más populares o accesibles sin intención de aspirar a mayor profundidad en su carrera al tiempo que se le saca provecho al trabajo ya hecho. Por otro lado, sólo los artistas que alcanzan un cierto nivel de popularidad pueden ver recopilados sus éxitos, porque para ello hay que tenerlos. Sirven estos recopilatorios, eso sí, para «descubrir» o empezar a interesarse por el artista en cuestión y, más que una puerta de entrada como suele decirse, son un trampolín que impulsa al aficionado a zambullirse en la discografía completa. Algunos de estos recopilatorios resultan tan icónicos que incluso llegan a alcanzar entidad propia.
En el caso de Pat Benatar me resulta particularmente pertinente comentar este Best shots porque no es una artista especialmente conocida en nuestro país. Es uno de esos casos en los que, al escuchar algunas de sus canciones, el aficionado no tardará mucho en reconocerlas pero no le resultará tan fácil dar con el nombre de su intérprete. Por otro lado creo que, para muchos, puede suponer un contacto inicial sorprendente y estimulante.
Aun habiéndome hecho después con su discografía, que disfruto enormemente y considero plagada de hallazgos tremendos y momentos inspiradísimos, sigo poniendo esta colección de canciones con frecuencia. Para mí también supuso el primer contacto discográfico con la música de la Benatar y Neil Giraldo ―guitarrista, compositor y, a la postre, marido de Pat y productor de, por ejemplo, el primer disco de John Waite, Ignition (1982)―. Compré este disco en Dublín hace unos veinticinco años en una magnífica tienda de productos de segunda mano (libros, películas, discos…) llamada Chapters. Best shots reúne canciones de sus siete primeros discos (ocho si contamos el directo Live from Earth de 1983 que incluía dos canciones nuevas) seleccionando de un modo equitativo títulos de todas sus etapas, concretamente aquellos de más éxito.
La música que ofrecía la banda de Pat Benatar, en particular en sus tres primeros álbumes, era un hard rock en el que la inmediatez de las melodías y la impactante voz de la Benatar se acomodaban casi con provocación a una base rítmica de gran consistencia, acorazadas por unas guitarras electrizantes y ricas. Posteriormente sus creaciones derivan hacia un rock más accesible, con elaboraciones que permiten la entrada de estructuras y formas algo más pop aunque igualmente interesantes y atractivas. Discos como Tropico (1984), Seven the hardway (1985) y Wide awake in dreamland (1988), a pesar de ser menospreciados por algunos aficionados, son trabajos de alto nivel e indiscutible calidad.
El álbum del que nos ocupamos ofrece dos superéxitos para abrir: la hiperconocida «Love is a battlefield» y el soberbio trallazo que abría su tercer álbum «Promises in the dark». Después se alternan composiciones como la excelente «Invincible» de la banda sonora de la película La leyenda de Billie Jean (The legend of Billie Jean. Matthew Robbins, 1985), la imprescindible «Heartbreaker» de su excelente primer disco, o la pegadiza «Shadows of the night» de su cuarto álbum Get nervous (1982), única incluida de éste en el recopilatorio.
Más que salvaje se muestra en la conmovedora y electrizante «Hell is for children» mientras que «We belong» ofrece su cara más popular y accesible; lo mismo que en «We live for love», donde explota las múltiples tesituras en las que la cantante es capaz de moverse, sin duda aprendidas en sus iniciales clases de ópera.
Y, cómo no, su «Hit me with your best shot», imprescindible medio tiempo de ritmo entrecortado, pariente consanguínea de tantas composiciones que aparecen en esos discos con lo mejor de la historia del rock pero que, cachis, no siempre aparece.
En su poco más de metro y medio Pat Benatar acumula tanto talento, actitud, clase y energía que sorprende que su nombre no sea fácil de encontrar cuando se cita a las grandes damas del rock. Quizás su poca relevancia a partir de la década de los noventa y sus limitadas publicaciones desde entonces hayan contribuido a que su música haya quedado relegada a unos pocos años de una época de la que sólo se rescatan habitualmente los indiscutibles números uno. Vamos a lo seguro. Aunque más seguro es que muchos se sorprenderían de que en tan pocos años, Pat Benatar y Neil Giraldo firmaran una cantidad tan abrumadora de temas sin fecha de caducidad que mantienen intacta toda su energía, su poder de sugerencia y su frescura.
Y, como siempre, si estos temas que aparecen aquí son indiscutiblemente buenos, sólo hay que imaginar lo que aguarda en cada uno de sus discos. Canela fina.
PAT BENATAR: Cantante
NEIL GIRALDO: Guitarra
SCOTT ST. CLAIR SHEETS: Guitarra
ROGER CAPPS, DONNIE NOSSOV, FERNANDO SAUNDERS, FRANK LINX: Bajo
GLEN ALEXANDER HAMILTON, MYRON GROMBACHER: Batería
CHARLIE GIORDANO, KEVIN SAVIGAR: Teclista