El talento no se improvisa.
Por José Ramón González.
Menos mal que, se dice, este disco tuvo que ser prácticamente improvisado cuando la compañía Zafiro le pidió a José Carlos Molina, debido a las buenas ventas que había conseguido con el anterior Fuego (1983), que fuera a Ibiza a grabar en los Mediterráneo Studios un nuevo álbum, porque si se lo llega a pensar un poco lo mismo le sale una obra maestra. Tal era el momento de inspiración del artista. Parece que José Carlos Molina no tenía canciones preparadas y tuvo que componer sobre la marcha e incluso en el propio estudio. Hay veces en las que no hay mejor estímulo que no disponer del tiempo necesario, cuando hay que exprimir todos los recursos de los que se dispone para sacar adelante un trabajo, poner el botón del talento al máximo y extraer lo mejor de uno mismo.
Acorralado por ti es, posiblemente, uno de los álbumes más comerciales de Ñu, con muchos teclados, guitarras y poca flauta, casi ninguna, por lo que casi con toda seguridad no puede considerarse el más representativo de su carrera. Sin embargo es, para mí, un disco especial porque, además de que contiene varias de las canciones imprescindibles de su discografía, fue el primero que compré de la banda, con el que entré en contacto con ella. Mi juventud (en aquel momento) no me había permitido llegar a ellos antes a pesar de que conocía canciones ya míticas como «Más duro que nunca», «Fuego» o «A golpe de látigo» gracias, sobre todo, a los hermanos mayores de algunos de mis amigos, la generación anterior, la que escuchaba música de los setenta… ¡uf, casi una eternidad para los adolescentes de los primeros años de la década de los ochenta! Es sorprendente que pensáramos de aquellos chicos, que apenas nos sacaban unos años, que eran mayorcísimos. Escuchaban a Leño, Led Zeppelin, Black Sabbath, Rainbow, Deep Purple y a unos tíos muy antiguos llamados Asfalto.
El éxito ―aunque hablar de «éxito» cuando nos referimos a Ñu es algo muy relativo― de Acorralado por ti llevó a la banda a grabar el imprescindible doble en directo No hay ningún loco que tanta fama y popularidad proporcionó a la banda y que nos permitió verlos en más de una ocasión en aquellos años. Por entonces José Carlos Molina residía en una localidad del sur de Madrid, por lo que si uno vivía por allí no era difícil encontrarlo de vez en cuando por la calle. Se habla mucho del (mal) carácter del Molina, pero puedo decir que tuvo la deferencia de atender a unos chavales de quince años un infernal día de agosto a las dos y media de la tarde al sol, quienes se cruzaron con él y le pidieron que si podría esperar un momento a que uno de ellos subiera a su casa a por su nuevo disco en directo para que se lo firmara. Y ahí aguantó la impecable cabellera del Molina casi diez minutos a más de 42 ºC, esperando a que Alberto bajara con su disco, dando amable conversación al otro chaval, un servidor, que no sabía casi qué decir delante de un tipo tan legendario como ese.
Si todo fue tan improvisado como se comenta, no hay más remedio que hablar de inspiración, o de talento: «Ella», «Acorralado por ti», «Perseguido» o «Más, quiero más», todas en una impecable primera cara del vinilo, dejan constancia de la capacidad creativa de José Carlos Molina en aquel momento y, por supuesto, de la maestría de los músicos que lo acompañaron: nada menos que Eduardo G. Pinilla a la guitarra ―tras la marcha de Jero Ramiro para formar Santa― y Miguel Ángel Collado a los teclados, quien también terminaría poco después en la banda de Jero y Azucena para grabar su segundo álbum, No hay piedad para los condenados (1985) ―donde, a propósito, recalaría finalmente quien fuera igualmente durante un tiempo batería de Ñu, Bernardo Ballester―. Alejandro Colantonio se sentaba a la batería y José Luis Ajenjo se hacía cargo del bajo. Con esos mimbres no podía salir mal cesto. La producción corrió a cargo de Robin Black, responsable hasta aquel momento de álbumes de Jethro Tull o Black Sabbath, y más tarde del mítico debut de Lionsheart.
El disco sigue sonando en la actualidad potente y muy convincente, moderno podríamos decir, o atemporal. ¿Clásico? La primera cara es, decía, impecable. El comienzo con «Perseguido», en la que sí está presente la flauta dibujando la melodía de la composición, es una creación espléndida, repleta de energía, con poso y maestría. Una canción inolvidable marcada por el teclado de Miguel Ángel Collado lanzando fogonazos a dúo con la guitarra de Pinilla. Contiene el dramatismo y el misterio necesarios para atrapar sin remedio. Por su parte, «Acorralado por ti» acelera el ritmo y el magnetismo en una composición en la que cada cambio eleva la canción. De nuevo Collado al piano y Pinilla a la guitarra hacen que las posibilidades de la canción se engrandezcan a través de una ejecución magistral. La festiva «Más, quiero más» no hace más que rematar una progresión fantástica que nos lleva al «Romance fantasma», sin duda la menos inmediata de esta primera cara pero en absoluto carente de interés. Los cambios de ritmo permiten a los músicos mostrar todas sus habilidades, especialmente, de nuevo, Miguel Ángel Collado, que hace un trabajo brillante con su combinación de piano y sintetizadores. Cierra la cara la imprescindible, inmejorable, inspirada y osada «Ella», una de las más espléndidas canciones del rock español. Y ya está.
En aquellos años, 1984/1985, machaqué esa primera cara, aunque reconozco que mi necesaria ignorancia e inexperiencia adolescentes me impidieron disfrutar de la segunda, cosa que ahora resulta mucho más fácil puesto que, con el paso de los años, estas cuatro canciones aparecen como una revelación prodigiosa. Hay una clara diferencia entre las canciones de una cara y las de la otra: el tono es distinto, las composiciones no resultan tan tremendamente inmediatas, son más largas, hay más desarrollo instrumental y cambios del ritmo… El interés está garantizado. Los seis minutos de «El mejor guerrero» suenan actualmente tremendamente contemporáneos. Se trata de una gran canción con una letra bastante lograda y con los músicos al cien por cien. «Tú serás su juez» recupera los rasgos más identificativos de los Ñu clásicos, con la incorporación de la flauta de José Carlos Molina para subrayar una letra muy representativa de su autor, así como las melodías, y esa narratividad tan reconocible. «Eres invencible» posiblemente sea la menos redonda del conjunto, aunque nada despreciable ni mucho menos, pero es que tiene una dura competencia. Y para cerrar el álbum surge una de las canciones que más me han gustado siempre del catálogo de Ñu: «Una noche más». Un comienzo baladístico a piano da paso a un cambio de ritmo con pausas marcadas que llevan la canción a otra dimensión. La segunda mitad de la pieza es para uso y disfrute de los instrumentistas que la extienden hasta otros seis minutos de duración.
Cada vez que vuelve a sonar Acorralado por ti me llena de entusiasmo. Es un álbum espléndido que tiene la virtud de seguir sonando potente y fresco casi cuarenta años después, algo que no se puede decir de todos los discos con los que disfrutábamos hace cuatro décadas. Al haberse publicado en un momento muy temprano de mi adolescencia me ha ido regalando su arte poco a poco, creciendo conmigo o ayudándome a crecer, mostrándome sensaciones que no era capaz de descodificar en su momento. Supongo que sí, que eso es un clásico.
ÑU:
JOSÉ CARLOS MOLINA: Cantante, flauta, armónica, teclados, percusión
EDUARDO G. PINILLA: Guitarra y coros
MIGUEL A. COLLADO: Teclados y coros
ALEJANDRO M. COLANTONIO: Batería
JOSÉ LUIS AJENJO: Bajo y coros
Francisco
Una obra soberbia, rozando la excelencia. En mi caso mis primerosde Ñu y los que me volaron la cabeza fueron el directo No hay ningún loco y Vamos al lio. Enhorabuena por el entrañable e informativo artículo