La víctima del silencio.
Por José Ramón González.
Quizás debería advertir que este comentario sin aspiraciones debería ser leído, si es que alguien tienen a bien invertir unos minutos de su preciado tiempo en tan poco aprovechado espacio, tras haber visto la película. Lo digo sencillamente para evitar reventársela a alguien que quiera vivir esa experiencia (ahora todo son experiencias: no sólo ver una película sino también hacer un viaje, visitar un parque de atracciones, ir de compras, quedar con un/a amigo/a, probar un nuevo sabor de chicle…), de dejarse envolver por esta bien planteada narración que parece una cosa pero es otra al tiempo que no deja de ser lo que parece. Así, pues, no se me echen atrás mis improbables lectores ―que diría el gran Manuel Rodríguez Rivero― pues no está entre mis aspiraciones dar la lectura definitiva de este estupendo filme, sino compartir mi poco moderado entusiasmo ante un trabajo que me ha sorprendido, alegrado, satisfecho, embriagado y admirado. Particularmente importante es que en Nadie te salvará la participación del espectador en la construcción e interpretación de la narración es fundamental. Es él quien hace las revelaciones y el que extrae el sentido profundo de la misma. Brian Duffield, director y guionista, se cuida mucho de no jugar al truco ni a la ocultación maliciosa, mucho menos a la trampa; prefiere el desvelo inteligente, la revelación cadenciosa que, muy cuidadosamente, ofrece al espectador como instrumentos para construir el significado, amplio, generoso, vibrante y emotivo, además de indudablemente descorazonador, que contiene en su fascinante fondo.
Espero no estar dando la sensación de tratar de calificar Nadie te salvará de obra maestra ni nada parecido, en absoluto, es sencillamente, aunque tampoco nada menos, una película tremendamente interesante, inteligente y cargada de una inhabitual sensibilidad que no rechaza para expresarse el género de terror puro, la acción, y hasta ciertos elementos algo repulsivos que no hacen sino acongojar al espectador acercándolo con una intensidad emocional casi física al drama traumático de su protagonista.
Uno tarda un tiempo en darse cuenta, según avanza la película, de que los personajes no hablan. La elección del silencio ―la ausencia de diálogos, en puridad, pues hay sonidos, por descartado, lo que no hay son palabras excepto dos pronunciadas en la parte final de la película― no es gratuita. No se trata de exhibicionismo técnico; es la decisión idónea para desarrollar una historia que habla ―que grita, diría casi― precisamente del aislamiento, como también lo hace de la culpa, del rencor y del perdón, sobre todo del perdón. Algo que resulta, al menos para este redactor, tremendamente conmovedor. El contraste que se produce entre la supuesta humanidad en La Tierra y el elemento alienígena como detonante humanizador, sirve de cauce para que el espectador se deje llevar y sorprender por un final que es toda una bella y dura reflexión sobre la propia alienación humana. En definitiva, esos extraterrestres bien podrían ser un reflejo de estos incomprensibles habitantes humanos de un pueblo que aún no han entendido lo que es la compasión ni el perdón.
Por ello Nadie te salvará es de esas películas que te salvan. Te salva de los prejuicios, del aburrimiento de lo previsto, del letargo de la anticipación, de los golpes de efecto bobos, de los violines chirriantes, de las notas graves sostenidas durante eternos segundos…. Presenta una historia que se anuncia como de terror, si bien, según el espectador va deshilvanando la historia, descubre o va entendiendo que el terror está antes de que llegue el elemento rompedor y continúa después. El terror no llega de fuera, de lo extraño. Es lo extraño, lo que viene de lejos, lo que nos hace entender lo terroríficamente inhumano que es lo que tenemos más cerca.
Intérpretes:
Kaitlyn Denver
Ginfer Cressman
Zack Duhame
Geraldine Singer
Dari Lynn Griffin
Guión:
Brian Duffield
Música:
Joseph Trapanese
Fotografía:
Aaron Morton