Volví a ver alienígenas.
Por José Ramón González.
Seguir a Fate es como esperar durante años ver una nave espacial en el cielo. Como pasar una noche tras otra a solas en un descampado al frío en pleno invierno, cubierto con mantas al lado de un fuego; o soportando el sofocante calor del verano, pertrechado de los mejores y más desarrollados artilugios de observación astronómica aunque con el profundo presentimiento de que nunca va a ocurrir aquello que se desea. Porque esperar un nuevo disco de Fate es más difícil que esperar ver una nave de otro planeta brillando contra la oscuridad del cielo. Es esperar volver a verla tras haberlo hecho una primera vez.
He deseado que la salida de este disco se hiciera realidad durante unos cuantos años, al menos diez, porque han pasado once desde la publicación del anterior, If not for the devil (2013), que no me entusiasmó pero mantenía a la banda activa. Tan ansioso estaba, tan excitado con el adelanto que lanzaron hace unas semanas, «Around the sun», que presa del entusiasmo, nada más caer el disco en mis manos sin apenas haberlo escuchado empecé a emborronar las primeras líneas de este texto.
Parece mentira que hayan pasado tantos años, pero se confirma que los tiempos de espera con Fate traen buena, buenísima recompensa. Cuando en 2006 publicaron esa megaobra magistral, apabullante, soberbia, titulada V habían pasado nada menos que dieciséis años desde su anterior título. En mi opinión, es uno de los mejores trabajos del siglo XXI dentro del estilo. Casi una obra maestra. De nuevo ahora, al igual que en aquel momento, el regreso de la banda trae el de ese singularísimo cantante que es Peer Johansson. Da la sensación de que su sola presencia compacta el sonido de la banda, lo hace dinámico, pétreo, contundente, lo recarga de chispa y energía. Es como una pila gigante, una batería repleta hasta los bordes dispuesta a inyectar poder a cualquier ente que se haya quedado sin fuerzas. Peer ha vuelto a inspirar a la banda, como hizo en V; el resultado vuelve a ser igualmente deslumbrante. Además mantenemos la garantía que nos ofrece el extraordinario guitarrista Torben Enevoldsen, que no sólo es magnífico en los solos sino que suya es una de las mejores guitarras rítmicas de la actualidad (digo esto porque me encanta, no es ninguna afirmación objetiva, aunque en realidad ahora mismo no se me ocurren muchos como él), con esos ritmos entrecortados pero que fluyen como latigazos de placer. Solamente con escuchar las primeras canciones del disco he tenido la clarísima sensación, la confirmación de hecho, de que lo que hay en Reconnect ‘n Ignite es lo que había en V. Todo ha salido del mismo núcleo poderoso, intenso, inspirado y armónico. Las piezas de la máquina estaban preparadas, faltaba enchufar la batería; sólo había que volver a conectar y encender. El título del álbum me hace pensar que los músicos de la banda lo han sentido así también.
Podría dejar esta reseña aquí, no habría mucho más que decir —o sí, se podrían decir varias cosas más detalladas—, pues quien haya escuchado V, quien disfrute tanto con él como yo cada vez que lo vuelvo a poner, que no son pocas veces, puede estar seguro de que se va a encontrar con una obra del tamaño de aquella, o casi, porque no es fácil alcanzar el nivel de semejante creación. Aquí están las guitarras rítmicas potentes, las melodías seductoras como unos labios carnosos húmedos, la garra interpretativa de Peer, los coros traídos de algún lugar perdido del pasado no tan lejano pero tantas veces olvidado, una contundente base rítmica con el admirable Peter Steincke —a quien nunca le podremos agradecer lo suficiente su pundonor por mantener a la banda a flote— a quien acompaña en esta ocasión Søren Ryan a la batería. A los teclados, haciendo una labor enriquecedora, Patrik Törnblom. Sólo me viene a la cabeza un disco de un nivel semejante que se haya publicado recientemente en el hard rock o heavy metal, que sería el último de Saxon Hell, fire and damnation.
A diferencia del álbum de 2006, Reconnect ‘n Ignite contiene más canciones rápidas aunque igualmente pegadizas, en absoluto cargantes o agotadoras.
Pensaba que Fate no nos iban a ofrecer un nuevo disco nunca más. Pero si algo así ocurre tras una espera tan larga, el resultado deviene en algo verdaderamente extraordinario. Resulta que si pasas mucho tiempo mirando el cielo, los alienígenas regresan.
FATE:
PATRIK TÖRNBLOM – Teclados
TORBEN ENEVOLDSEN – Guitarras
PETER STEINCKE – Bajo
PEER JOHANSSON – Cantante
SØREN RYAN – Batería