Los pioneros también son legado.
Por José Ramón González.
Se suele decir que los discos en los que las bandas interpretan canciones de los grupos que les gustan o les han servido de inspiración o formación ―los conocidos como discos de versiones― tienen la ventaja de dar a conocer a sus seguidores cuáles son sus raíces, rastrear sus influencias y, posiblemente de paso, descubrir a algunos de ellos nombres que, por cuestiones generacionales, todavía no les son del todo familiares. Suena a excusa para vender un producto, aunque algo de cierto hay. También es innegable que al aficionado un álbum de versiones le resulta sospechoso, pues si la banda no publica material nuevo en su lugar es posible que la falta de ideas, de creatividad o incluso la comodidad o la mala relación entre los miembros esté dando las primeras señales. El disco de versiones suele ser, por último, la alternativa semihonrosa al recopilatorio o al tercer disco en directo. Al menos algo han tenido que hacer. Bien es cierto que si un jovenzuelo de catorce o quince años, con justificado poco bagaje musical, se cruza con el Inspiration (1996) de Yngwie J. Malmsteen descubrirá unos cuantos imprescindibles con los cuales probablemente habría tardado en encontrarse. Incluso me atrevo a nombrar Tributo (1996) de Saratoga en donde para el imaginado adolescente nombres como Santa, Pánzer o Banzai pueden suponer un hallazgo escalofriante.
Deep Purple, desde luego, no son sospechosos en ninguno de esos casos hipotéticos, salvo en la portada de su último álbum Turning to crime. No necesitan justificar un disco de versiones. Después de más de cincuenta años de carrera y siendo una de las bandas fundacionales de la música contemporánea, poco tienen que explicar. Pero es que, además, no han dejado de publicar trabajos de los cuales, varios de los lanzados en el presente siglo son más que buenos. Por ello el mismo Ian Gillan no quería ni oír hablar de disco de versiones. Están en un momento de plena serenidad, situados en la cima de la atalaya histórica desde la que dominan por completo su legado, que es el que los sustenta aunque, como he expuesto, se han negado a vivir tristemente de él. Maestros de la música, artistas con una sabiduría acumulada de valioso poso creativo y social, es un gratísimo placer leer las entrevistas con los músicos de Deep Purple, porque iluminan en cada frase, su perspectiva acerca del pasado y el futuro les permite aportar puntos de vista inaccesibles para aquellos que carezcan de su experiencia, y su humildad asombra tanto como complace.
Que finalmente hayan decidido grabar Turning to crime, el primer disco de versiones que se les ocurre publicar ―aunque, ya se sabe, no sea la primera vez que graban una versión―, no puede interpretarse más que como un regalo más de estos maestros. Porque el disco es entretenidísimo, variado, original y sorprendente. Sus referentes están, como no puede ser de otro modo, en los primeros años sesenta y más allá, por lo que aquellos que pertenezcan a su generación o inmediatamente posterior podrán reconocer algunos de los nombres a los que homenajean, pero a otros que se han incorporado a su carrera décadas después, posiblemente no les suenen algunos de esos nombres, aunque sin duda sí otros como Fleetwood Mac, Cream, Yardbirds, Bob Seger o Love. El caso es que lo que han hecho es una verdadera maravilla, tomando las canciones originales para ofrecernos un despliegue del más puro estilo Deep Purple en el que podemos gozar de su sabiduría musical y regodearnos con los desarrollos instrumentales tan típicos de la banda, especialmente los ejecutados a lo largo del álbum por el inconmensurable Steve Morse y el inspiradísimo Don Airey, quienes hacen saltar chispas de entusiasmo musical contagioso en giros deslumbrantes sin perder de vista la pieza original.
La banda está comodísima, lo cual se transmite con una sencillez a la que sólo ellos y pocos más pueden llegar. Esa posición en la que todo parece fácil, la engañosa sencillez de la madurez, la serenidad del que domina lo que hace pero no se conforma y se repantinga a repetir esquemas. Quieren seguir siendo relevantes, ofrecer su arte y su experiencia, transmitir emociones. Disco de versiones de los maestros. ¿A quién no le vale una excusa como esta para dejarse emocionar, y encima producida por Bob Ezrin?
DEEP PURPLE:
IAN GILLAN: Cantante
IAN PAICE: Batería
ROGER GLOVER: Bajo
STEVE MORSE: Guitarra
DON AIREY: Teclados