Una oración por los que persisten.
Por Carlos Bayón.
Esta banda danesa vuelve tras 8 años desde su última entrega, y 20 desde su recordado No Fuel For The Pilgrims, que les hizo tener sus quince minutos de gloria junto con el siguiente Riskin’ It All, que les mantuvo en candelero hasta la explosión grunge que reventó los cimientos del hard 80’s y les hizo regresar al underground, aunque han seguido editando discos más o menos con regularidad hasta 2011 y girando por su país donde todavía siguen teniendo cierto tirón.
He de decir que desde Riskin’ It All y más allá de alguna canción suelta no les había prestado la más mínima atención, y cuando me llegó este disco no tenía muy claro lo que me podía encontrar, y me sorprende porque es como si no hubiera pasado apenas el tiempo, podría haber sido perfectamente la continuación en el año 93 de sus álbumes más clásicos.
Rock sin complejos con la aguardentosa voz de Jesper Binzer, que en algunos temas recuerda a AC/DC como en “No Doubt About It” y la que abre el disco la cañera “Burning Star”; maravillosa la cadencia guitarra-bajo que lleva la homónima “A Prayer For The Loud” para endurecerse en el estribillo; aires a Krokus en la acelerada “Musical Chairs”; reminiscencias de su famoso “Sleeping My Day Away” en “The Sky is Made of Blues” con unos toques sureños en el que es el tema más comercial; ecos a The Cult en las guitarras y en ciertos tonos en la voz en “The Real Me”; la balada “A Drug For The Heart” nos recordará a L.A Guns; la otra lenta es la que cierra el disco, “If The World Just”, que tiene cierto toque a Aerosmith.
Aunque la banda lleve más de 30 años de carrera, este disco suena fresco, sin complejos, vivo, como si no hubiera pasado el tiempo, es un placer escuchar a bandas que sigue manteniendo el espíritu y las ganas de seguir publicando trabajos aun sabiendo de su escasa repercusión, supongo que D·A·D seguirán teniendo su público en su natal Dinamarca, y con este trabajo recuperarán a algunos de sus fans más antiguos, es cierto que no hacen nada original, pero ahí radica su buen hacer, lo que hacen lo hacen muy bien.
Discos así me hacen recuperar la esperanza, pensar que no todo está perdido en el mundillo heavy-hard rock, y que incluso bandas veteranas no optan por el autohomenaje, convirtiéndose en parodia, sino recuperando los viejos esquemas y convirtiéndolos en algo nuevo, con este disco me pasa como con el de Jetboy, que ya comenté hace tiempo.
Lo que puede resultar triste y decepcionante es que sean las bandas antiguas o veteranas las que mantengan el tipo en alto, y muchas de las nuevas repitan los cliches más manoseados, y salvo raras excepciones, no consigan esa frescura que sí encontramos aquí o en otros trabajos similares, la búsqueda de esa posmodernidad y la huida de lo que creen viejo y anticuado no les hace un gran favor, aunque también encontremos ejemplos a favor como los últimos trabajos de Greta Van Fleet o The Struts.
Tampoco quiero que se me entienda mal, no quiero decir que los grupos nuevos deban sonar a revival 80-90´s, pero muchas de ellas no me suenan sinceras, frescas, como tratando de sonar modernos pero con una mirada hacia atrás, y esa frescura sí la encuentro en este tipo de bandas que vuelven o editan álbumes después de un chorro de años sin hacer nada, aunque cierto es que muchas se suben al carro de este revival para volver y aprovechar la ola, pero si es para hacer discos como este o el ya comentado de Jetboy y el de otros muchos, bienvenidos sean los revivals.
Lo dicho, álbum recomendadísimo, y uno más de la excelente cosecha que llevamos en este 2019, que a poco que se entone se va a convertir en el nuevo 1988.
D·A·D:
JESPER BINZER: Voz, guitarras
STIG PEDERSEN: Bajo, coros
JACOB BINZER: Guitarras
LAUST SONNE: Batería