Nada que perder.
Por José Ramón González.
Hemos visto muchos western crepusculares que hablaban de un mundo que empezaba a desaparecer, del final de una época (Sam Peckinpah o Raoul Walsh, o aquel maravilloso Los valientes andan solos (Lonely are the brave) de David Miller). Ahora David Mackenzie ofrece otro western decadente en el comienzo del siglo XXI. Todo ha cambiado –otra vez–, pero aún quedan algunos haciendo lo que se hacía mucho antes, como llevar el ganado de una tierra a otra y tener que atravesar una carretera para huir de un incendio (“¿A quién vas a avisar?”, le comenta un policía a otro para tratar de ayudar, “aquí están solos”). Igual que los dos hermanos que atracan bancos en pueblos casi abandonados. Igual que los otros personajes de la película, perdidos, sin futuro, o solos por la ausencia o la ruptura. Más que un western decadente Hell or high water es una película sobre la derrota y cómo algunos de esos derrotados gastan sus últimas balas jugándose lo que les queda: la vida.
Los hermanos Howard van a robar un banco al comienzo de la película. En un llamativo plano secuencia su coche pasa, ocultándose a nuestra vista, por detrás del edifico, un banco, y entran tras haber dado la vuelta. Y así parece todo en esta película: los atracadores no son sólo los malos; las víctimas –los bancos– han sido (y son) verdugos; y los que tienen que hacer justicia tienen sus propios demonios. Estamos ante un auténtico western social en el que se combinan las líneas clásicas del género con una particular interpretación del mismo. Los carteles que van encontrando en su camino que hablan de préstamos, deudas, pintadas de denuncia en los muros, forman parte del paisaje social de la historia, junto al paisaje del desierto.
Dos parejas de perseguidores y perseguidos, dos formas de hacer justicia: los dos hermanos Howard (Chris Pine y Ben Foster), marcados por la misma situación pero que reaccionaron de diferente manera ante ella son los malos que tratan de hacer su propia justicia; y los dos rangers que los siguen, Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y Alberto Parker (Gil Birmingham), los que hacen la justicia marcada por la ley, la que se supone que es igual para todos. Ambos dúos en los extremos opuestos, pero todos representan algún tipo de pérdida o de fracaso, vital, personal. Esa información sobre sus vidas y modo de actuar, así como las relaciones entre ellos, se va dosificando para que el espectador vaya conociendo las motivaciones de cada uno. El drama se combina con dosis de humor, a veces negro, a veces ácido, a veces amargo.
La música de Nick Cave ambienta una historia de futuros perdidos y presentes rotos, los diálogos pausados hacen de contrapunto a las escenas de acción y las miradas sostienen tensas el momento en el que todo puede reventar, porque ya no hay nada que perder.
Intérpretes:
Jeff Bridges
Chris Pine
Ben Foster
Gil Birmingham
Marin Ireland
Katy Mixon
Dale Dickey
Guión:
Taylor Sheridan
Música:
Nick Cave
Warren Ellis
Fotografía:
Giles Nuttgens
Anap
Con este comentario de José dan ganas de re-visitarlo el western.