BIG CANYON «Big Canyon» (Big Canyon, 2025)

La naturaleza del rock. Por José Ramón González.   Para los amantes del hard rock estilo setentas, Big Canyon es un nombre que debería empezar a aparecer en breve con doble subrayado en sus agendas. Tras el single de adelanto de Big Canyon, «Rescue me», se infiere algo especial (perdón por la presunción), algo que hace que se active el chivato que pone en guardia la atención. Primero por la poderosa voz y estilo de Andi Meacock, que desde el momento en el que abre la boquita se le ponen a uno las orejas de punta como a un lobo; segundo la crujiente, densa y rotunda guitarra rítmica de Ben Williamson, quien se nota que de niño merendó todas las tardes discos de rock de los setenta a puñados —además de apreciarse no poca influencia de otro aficionado a las meriendas eléctricas setenteras: Zakk Wylde—, y al que le gusta que la guitarra respire: deja que fluya la electricidad por ella como la sangre por las venas secas de un vampiro tras alimentarse de su primera víctima en días. Es un placer escuchar cómo Williamson deja el acorde o la nota vibrando, sostenidos en el aire, mientras la guitarra expira hasta quedarse sin aire. Este detalle sería anecdótico si no hubiese una base rítmica amamantada por las ubres de Led Zeppelin, tanto la batería de Leon Ashby como el bajo brillantísimo de Julian Palmer. Y es que Big Canyon no parece un banda de tantas. Hay momentos muy zeppelianos a lo largo de este disco, inevitablemente reconocibles para cualquier aficionado, aunque también los hay a lo Black Sabbath, Bad Company o Grand Funk Railroad. Eso no implica que estemos ante un grupo que se limite a recrear el sonido, sobre todo, del tótem británico, ni mucho menos. Lo que nos encontramos en Big Canyon es a una banda de muy altos vuelos, con unas canciones fabulosas, repletas de melodías que se zambullen en una tormenta desatada de guitarras con truenos y relámpagos de batería y bajo. La naturaleza del rock en una espléndida expresión de su vitalidad. Precisamente uno de los aspectos que más me ha gustado del álbum de Big Canyon es la amplitud en la concesión del espacio y el tiempo que se concede a cada canción. No hay precipitación, no hay prisas. Si uno quiere entrar en este bosque cuyos árboles hunden sus raíces en el rock de los setenta pero despliegan sus ramas hasta la actualidad, que lo haga con calma, sin reloj, sin tiempo, sin hora de regreso. En la ejecución de sus canciones dejan reposar las notas de bajo y guitarra varios compases mientras la batería sigue marcando el ritmo antes de dejar entrar la voz para que el receptor pueda ir respirando, asimilando y adaptándose al espacio al que va a entrar. Al mismo tiempo generan expectación y una sensación de que lo que ocurre en esa composición se está produciendo en ese mismo momento por primera vez. Lo observamos por ejemplo tanto en «Rescue me» como en «Falling». Esa misma serenidad y contención, aunque hinchada de emoción, la encontramos en «Beautiful mind», una de esas composiciones que dan la talla de un artista: guitarra acústica y voz para una exhibición portentosa de dominio y talento. Una creación tan redonda, que fluye con tal naturalidad, tan coherente en su desarrollo que he llegado a pensar si esta canción no lleva existiendo desde hace una eternidad y únicamente ahora estos tipos han captado su espíritu para traérnosla. Por cierto, hay que cantar muy bien para poder hacerla carne. Entra como una tromba «Live» y no da respiro hasta el último segundo. «Mine in another time» lleva a Meacock a desgañitarse a lo Robert Plant mientras unos irresistibles coros le hacen de red al tiempo que la guitarra y la base rítmica le siguen incitando como llevados por la ebriedad desbocada de su propia naturaleza. «Dominion of truth» podría acercarnos a Badlands en un estribillo que no se olvida con facilidad gracias a esas palmas que lo acompañan (feliz idea), mientras que «Captain of your soul» nos adentra de un empujón en la década de los noventa (¿Skintrade?) con unas gruesas guitarras y un ritmo potente que no sueltan en «Devil in disguise», igualmente salvaje, al menos hasta el estribillo que vuelve a retomar unas melodías más clásicas. El medio tiempo «Meant to be» sigue coqueteando con sonidos clásicos y modernos por igual para lograr una composición de enorme calidad. El título que cierra el disco, la portentosa «The things you do», podría haber servido para abrirlo, con lo que tenemos la excusa perfecta para volver al principio y cumplir con el ciclo de la naturaleza, al menos con la del rock. BIG CANYON: ANDI MEACOCK: Cantante BEN WILLIAMSON: Guitarra JULIAN PALMER: Bajo LEON ASHBY: Batería