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ANTHEM «Engraved» (Universal Music, 2017)

ANTHEM «Engraved» (Universal Music, 2017)

Menos inspirados. Igualmente magistrales.

Por José Ramón González.

 

Es difícil no caer en la reiteración halagadora al hablar de Anthem. No queda otra, pues no dan paso en falso. En sus composiciones no hay segundo perdido, nota desaprovechada, o movimiento gratuito para rellenar espacio. Y eso que, si somos objetivos, tendría que aceptar que Engraved no es el mejor disco que han grabado en los últimos años.

La cantidad de placer que proporciona la banda japonesa derribando prejuicios y manejando los tópicos del metal como si fueran arcilla sigue asombrando en cada nueva publicación. Su nivel de exigencia y su asombrosa pericia técnica les permite moverse dentro del género al mismo tiempo que amplía sus fronteras, algo de lo que muy pocos pueden alardear. Y si hablamos de un género como el metal o el heavy, tan lastrado por los tópicos y los lugares comunes, no queda sino admirar su obra y rendirse ante ella.

En las últimas publicaciones de la banda no es posible detectar el artefacto que se está escuchando a la primera. La toma de contacto con el álbum es siempre, al menos así me ocurre a mí, desorientadora, es una apisonadora que desconcierta, tan llena de potencia que es casi imposible paladear su contenido. Como esto ya lo sé, después de darle la primera vuelta y no captar más que gruesas pinceladas se produce un efecto de ansiedad por descubrir lo que hay en realidad en el interior, lo que se traduce en una escucha adictiva hasta que se empieza a desentrañar su contenido. Comienzan a surgir melodías reveladoras, detalles brillantes, estructuras sinuosas que van abriendo paisajes sonoros luminosos. De entre todos esos destellos el que parece brillar con más fuerza es el trabajo impresionante, deslumbrante, soberbio, magistral de Akio Shimizu a la guitarra, quien se da y da un auténtico festival interpretativo: qué melodías, qué desarrollos, qué clase, qué creatividad inagotable. Las guitarras salen por todos los lados: se doblan, suenan como caballos desbocados, disparan notas como una ametralladora, se entrelazan para crear paisajes acústicos que se quedan grabados. Todo ello hace que lo que podrían ser canciones tipo se transformen en piezas especiales.

No sólo eso, claro. Ahí están Naoto Shibata, el genio, al bajo y la composición; la batería contundente de Isamu Tamaru, que a pesar de la tralla que lleva en varias canciones jamás se hace machacante; y la inquebrantable voz de Yukio Morikawa, otro que no se achanta en el festín de la interpretación.

Decía que Engraved no es lo mejor que nos han ofrecido últimamente, pero claro, cuando se está instalado en la excelencia cualquier mota parece una mancha. Quizás la explicación sea que es un disco muy clásico en cuanto a concepto y estructuras y por ello parezca una obra menos sorprendente. También es muy hard rock, muy melódico y con riffs más típicos, de los que ellos sacan oro, desde luego. “Far away” no es especialmente original, igual que “Keep your spirit alive”, “Paint myself” o “Reactive desire”, la más floja del disco en mi opinión, por ser un terreno que ya han pisado en más de una ocasión. Aun así, la ejecución de cada canción es tan potente, tan auténtica, tan entregada, además de la maestría técnica que exhiben, que se disfruta como si hiciese mucho tiempo que no se escucha algo así. Y eso es porque lo hacen suyo también en la construcción, con su ya conocida concatenación de preestribillo, estribillo, postestribillo y solo en la primera vuelta.

Vamos a lo (muy) bueno: ofrecen una de las grandes instrumentales de su carrera: “Sacred trace” ˗˗quien haya escuchado las anteriores puede imaginar lo que se puede encontrar˗˗, revientan las expectativas con una interpretación magistral en “Midnight growl”, y dejan lo mejor para el final con “Frozen fate”, “Engraved” y, en menor medida, “Don’t break away”. Personalmente me quedo con la primera, “Frozen fate”, por ser la más “japonesa”, una canción tremenda llena de recovecos, subidas y bajadas que no se sabe dónde van a terminar, moviéndose en una franja tonal tremendamente sugerente. Y el cierre del disco lo hacen ni más ni menos que con “Engraved”, cargada de una épica contagiosa.

Me dejé sin nombrar “Linkage”, una de esas canciones de “guitarras gordas” que tan bien se les da, y la canción con la que han presentado el disco, la magnífica “The artery song”, que es la primera del álbum. Llegados aquí, de nuevo al principio, es momento de volver a poner el disco al completo.

 

AnthemEngravedcoverANTHEM:
NAOTO SHIBATA: Bajo
YUKIO MORIKAWA: Cantante
AKIO SHIMIZU: Guitarra
ISAMU TAMARU: Batería

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