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ANTHEM «Crimson & Jet Black» (Ward Records/Reaper, 2023)

ANTHEM «Crimson & Jet Black» (Ward Records/Reaper, 2023)

Puro metal japonés. Puro Anthem.

Por José Ramón González.

 

No hay banda en el mundo que suene como Anthem, ni de broma. Su depuradísimo estilo ―qué difícil es alcanzar algo así, por cierto― es resultado de una honestísima carrera de más de 35 años en la que la exigencia con su propio arte, la innegociable búsqueda de la calidad, la preocupación por el detalle y el repudio al conformismo para evitar caer en la perezosa repetición han sido las líneas maestras del trabajo de la banda. Naoto Shibata nos ha traído su música hasta el primer cuarto del siglo XXI para que disfrutemos del resultado de esas décadas de dedicación a su arte. Todo preparadito, bien ajustado, en un artefacto que ha alcanzado la perfección en lo artístico y en la ejecución de unas canciones que tienen vida propia al ritmo de un pálpito electrizante e intenso, emocionante, sobresaliente, magistral.

Crimson & Jet Black es su primer disco con material nuevo en seis años, desde Engraved (2017), aún cantado en japonés excepto esos versos sueltos y algunos estribillos. Después de él han estado trabajando en su proyección internacional que podríamos interpretar como un generoso gesto de buena voluntad, porque intentar hacer llegar su música fuera de sus fronteras no puede interpretarse más que como una ofrenda al espíritu, un regalo al arte y a los aficionados al buen hard rock y el metal. Para quien se encuentre por primera vez de repente con una banda así debe de vivir una experiencia tan impactante que no sé yo si habría que tener especial cuidado con el corazón, no sea que se produzca alguna reacción inesperada. Publicaron Nucleus en 2019 en el que regrababan algunas de sus canciones del siglo XXI en inglés―más una de 1992― con la intención de alcanzar otros horizontes. Al año siguiente lanzaron un pequeño álbum ―ocho canciones― en el que repetían la experiencia de regrabar algunas piezas con Graham Bonnet, en este caso también de la carrera del mítico cantante, veinte años después de haberlo hecho por primera vez.

Así pues recibimos el nuevo álbum de la banda babeando cuales perros ansiosos por saber cómo serán las nuevas canciones de los nipones. Y lo que nos encontramos es uno de los discos más enérgicos, potentes y contundentes de su carrera. Nos advierten de que el disco estaba preparado hace casi un año pero que Shibata quiso darse un tiempo para perfilar algunos aspectos del mismo. De nuevo cantado en inglés, lo que sigue percibiéndose extraño para los que llevan años escuchando sus canciones en su idioma natal, algo se pierde del atractivo exótico que ello tiene, aunque no en el fondo y en la estructura y melodías de las composiciones que siguen siendo puro metal japonés, puro Anthem. Y casi sin riesgo se puede afirmar que en la banda se custodia una de las más depuradas muestras actuales del estilo en el planeta. Como decía nadie suena como ellos, pocos tan bien. Las guitarras del maestro Akio Shimizu hacen destellar sus melodías con un filo vibrante lleno de cuerpo y tensión en las rítmicas y con una limpieza y virtuosismo asombrosos en las solistas. ¡Qué sonido tan espectacular! Pero es que la banda al completo ofrece en el aspecto técnico un admirable y emocionante recital de ejecución en el que nada queda al albur sino sustentado en la confianza y en una personalidad de manual de psicología. La compenetración es total. El resultado brillante.

Predominan en Crimson & Jet Black las composiciones rápidas, más que en obras anteriores, con menos concesiones al hard rock. Algo que sería difícil que funcionara tan bien si no estuviese al fondo Isamu Tamaru en la batería sin resultar machacante, algo que ahoga a muchas bandas del estilo, al tiempo que el tratamiento que el grupo hace de las melodías permite que esas creaciones se digieran como si nada. En eso el gran Yukio Morikawa tiene mucho que decir ―bueno, lo dice todo, que para eso es el cantante― en esa magistral combinación que hace de fuerza y melodía, de agresividad y tacto. Y para apreciar la excelencia que son capaces de alcanzar no hay más que prestar atención al bajo del extraordinario Naoto Shibata.

Tal como comentaba, confían a la fuerza, la energía y la velocidad el arranque del disco que se me antoja divisible en dos partes: una formada por las cinco primeras composiciones (en la edición en vinilo ocupan la primera cara) en las que predominan los ritmos rápidos, y la segunda más épica en la que se recrean en las texturas y con inclusión de apoyo de teclados a cargo de Yusuke Takahama. Así, tres canciones de alta aceleración abren el nuevo trabajo sin dar tregua al oyente (las dos primeras han sido los dos adelantos, «Snake eyes» y «Wheels of fire») hasta la cuarta, «Roaring vortex», de construcción y tiempo pesados, para volver a la aceleración impía de «Blood brothers» con subyugante solo de Shimizu.

«Master of disaster» es una composición igualmente potente al estilo «Hard as iron» de Judas Priest que, junto con la ya imprescindible instrumental ―«Void ark» es el título en esta ocasión― que viene a sumarse a las magistrales de anteriores trabajos, hacen de transición hacia la segunda sección del álbum en la que cambia sobre todo la velocidad, que no la intensidad ni la potencia. Porque precisamente la intensidad es una de las mayores virtudes de Anthem, algo que consiguen gracias a unas estructuras muy precisas en las que se anticipan a lo que espera el receptor, sin dejar la canción que avance por inercia, introduciendo el solo de guitarra tras la primera vuelta del estribillo, por ejemplo, o sorprendiendo con un posestribillo gigante.

En estas cuatro composiciones finales hay oro puro, y oro viejo también. «Faster» no es la canción más veloz, curiosamente, sino una pieza épica de ritmo sostenido con inclusión de teclados y unos coros que le van al pelo. Las melodías son finísimas y el solo de Shimizu de nuevo inmenso. «Burn down the wall» invita al oyente a poner a prueba sus cervicales con un ritmo tremendo en una canción que desafía al ritmo cardíaco por su alta intensidad. Y llegamos a «Mystic echoes» y hallamos el oro viejo, ya que las dos últimas canciones son recuperaciones de composiciones que aparecían en trabajos anteriores. Se entiende que, como exponía al principio, la deslumbrante carrera de la banda, desconocida para la gran mayoría de aficionados, merece tener la oportunidad de llegar a un receptor más amplio. Sin embargo eso ya lo hicieron con Nucleus por lo que, en mi opinión, resulta excesiva esta inclusión a pesar de que entiendo que forma parte de ese proyección fuera de sus fronteras. Al margen de eso, si al escuchar alguna de estas dos canciones alguien queda tan encantado que se anima a descubrir el resto de títulos de Anthem, bien estará. En «Mystic echoes» ―que es «Wayfaring man» de Heraldic device (2011)― parecen haber sustraído la esencia de los Rainbow de Ronnie James Dio para preparar una nueva pócima metalizada que las líneas vocales puedan surcar en el siglo XXI. La coda del estribillo es de vértigo.

La concesión al hard rock se encuentra en la canción que cierra Crimson & Jet Black, «Danger flight», que tampoco es nueva. Se trata de una actualización de «On and on» del álbum de 2012 Burning oath. (Sorprendentemente no se anota nada en el libreto del disco respecto a las dos canciones). La parte de la letra que estaba en inglés en la original se mantiene en ésta prácticamente igual, lo mismo que el solo de guitarra de Shimizu en el que hay pocas variaciones, a diferencia de que en aquel disco el cantante era aún Eizo Sakamoto, como en la anterior, y ahora podemos escucharla cantada por Morikawa. Sigue siendo la misma magnífica composición que era hace diez años. O mejor.

En el libreto, el diseño de la portada y el interior hacen referencia a la gira del 35 aniversario. Inevitable celebración, y merecida, tras una carrera deslumbrante a la que ahora viene a sumarse este Crimson & Jet Black que parece, y debería, servir de consolidación a esta etapa de internacionalización de la extraordinaria banda japonesa, además de sumarse a una discografía insólita, ejemplar, inmaculada, de la que uno no puede por menos que sentirse orgulloso de tener en su colección.

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ANTHEM:
NAOTO SHIBATA: Bajo
AKIO SHIMIZU: Guitarra
YUKIO MORIKAWA: Cantante
ISAMU TAMARU: Batería

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