Críticas Casco Antiguo

ALCATRAZZ «Disturbing The Peace» (Capitol Records, 1985)

ALCATRAZZ «Disturbing The Peace» (Capitol Records, 1985)

El segundo cometa.

Por José Ramón González.

 

Hay preguntas que no tienen más objeto que incomodar al interrogado. No buscan una respuesta, ni conocer una opinión; sólo se hacen para fastidiar y generar en un indefenso ser humano (¿quién dijo que somos seres complejos?) una sensación de desasosiego, malestar general o incluso una crisis. Preguntas como ¿a quién quieres más, a tu padre o a tu madre? sólo se les ocurren a tipejos/as crueles y sin ninguna clase de escrúpulo. O esta otra: ¿Qué parte de El Padrino es mejor, la primera o la segunda? Vamos hombre, eso no se puede decidir. Pues aun así hay quien es capaz de decantarse entre dos obras maestras como No parole from Rock ‘N’ Roll y Disturbing the peace, cuando a la mayoría nos sudan las manos si siquiera se nos sugiere plantearnos una disyuntiva como esa.

Imagino que a Graham Bonnet también le sudarían, no sólo las manos, y hasta se le bajaría su enhiesto tupé al plantearse tener que afrontar la búsqueda de otro guitarrista, obligatoriamente no menos espectacular que el anterior, para continuar con su banda. Su voz estuvo en relaciones con el mástil de Michael Schenker, Ritchie Blackmore, y el ínclito Yngwie Malmsteen con quien tuvo sus más y sus menos. Ahora tocaba buscar otro: ¿le haría la vida más complicada que el anterior? Este Lázaro del Tormes del hard rock tenía que tomar una decisión, y la opción le llegó a través de un músico que poco o nada tenía que ver con el guitarrista sueco. Eso probablemente le daría algo de alivio, aunque también era joven, talentoso y virtuoso, que por otro lado era lo que buscaba como reclamo para la banda.

Tras grabar una obra maestra como No parole from Rock ‘N’ Roll, la peor opción sería tratar de repetir la fórmula. Había que hacer un trabajo igual de bueno pero totalmente diferente. Y para eso nadie mejor que el nuevo guitarrista de la banda, un joven llamado Steve Vai, procedente de la banda de Frank Zappa ―aunque otros aseguran que de donde realmente viene es de otro planeta―. Con él Alcatrazz grabó su segundo álbum, cuyo planteamiento está en las antípodas del anterior. Donde había clasicismo aquí hay vanguardia; si en aquel había tradición, en este hay modernidad; donde existía el orden ahora llega la sofisticación y la locura. Una locura excitante, original y rompedora; la que llevó Steve Vai quien, como un tsunami de creatividad, arrasó lo erigido en la roca anteriormente para construir un sonido nuevo y fresco, lleno de energía y vericuetos fantásticos a los que el resto de la banda se lanzó ciegamente dejándose llevar por el guitarrista, al tiempo que supieron adaptarse y ofrecer sus mejores virtudes para seguir siendo un grupo accesible de hard rock, compacto e intrépido. Eso hizo que muchos de los que disfrutaron con el primer disco de Alcatrazz hicieran mohínes de asco ante esta nueva propuesta, cosa que les ocurre a algunos aficionados con todo en lo que aparece Steve Vai. Su trabajo en, el por cierto fantástico, Slip of the tongue de Whitesnake fue criticado por los más conservadores, pues la fuerte personalidad y estilo inconfundible del músico inunda todo trabajo en el que participe, porque soslayaba así lo que muchos consideraban el sonido distintivo de la banda de David Coverdale, olvidando que lo que se escuchaba en 1987 no era precisamente con lo que se identificaba al grupo y que precisamente fue por lo que muchos otros anteriormente lo despreciaron, pues renunciaba al blues rock de sus publicaciones previas en favor de un hard rock de potente factura y aspiraciones más comerciales.

Con Vai todo cambia en Alcatrazz: las estructuras abandonan los estables caminos del clasicismo para sumergirse en la modernidad, los teclados de Jimmy Waldo se lanzan a los sonidos más electrónicos y experimentales aportando nuevas texturas, y la batería de Jan Uvena renuncia a la discreción para alcanzar una pegada más potente. Todo ello gracias, sin duda también, a la producción de Eddie Kramer, que lleva a la banda a plantarse con garantía en los desafiantes y competitivos mediados años ochenta.

Por otro lado, los directos de la banda daban oxígeno a Bonnet al haberse quitado de al lado a la mosca cojonera sueca. En los vídeos de la época se ve al cantante más relajado y con más complicidad en el escenario con su nuevo genio al lado. Y es que indudablemente la banda había dado con otro portentoso guitarrista para quien Alcatrazz sirvió de lanzadera, al igual que ocurrió con el anterior. Así pues, algo le deben ambos músicos a la banda de Bonnet, Waldo, Uvena y Gary Shea, del mismo modo que ellos se lo deben a estos dos talentos y nosotros a todos ellos, pues nos dejaron dos obras imperecederas, referencias ineludibles para cualquier aficionado a la buena música. El nuevo álbum de Alcatrazz proponía unas composiciones compactas y audaces, preñadas de una energía salvaje, pero alejadas de las estrecheces de la tradición. Abandonan el tono dramático por uno más excitante y desenfadado aunque nada frívolo. Desaparecen casi completamente los preludios que servían de acceso a la exhibición de virtuosismo de Malmsteen de igual manera que Vai renuncia a mostrar impúdicamente el suyo. Su aporte a las canciones no está en los desarrollos instrumentales de solos de guitarra, sino en la propia composición y en los detalles con que va rociando los temas, rasgo tan habitual en él ―y que tanto irrita a sus detractores―. Es facilísimo reconocer al Steve Vai que poco después llegará a la banda de David Lee Roth ―especialmente en el segundo, Skyscraper (1988)― o al de sus discos en solitario. Vai impregna con su personalidad cada canción de Disturbing the peace. Y la banda se deja, consciente de que ahí hay un potencial artístico indiscutible, y con ello un nuevo disco rebosante de calidad y brillantez. Técnicamente el álbum es impresionante gracias no solo a Vai, sino a los cinco músicos, rico en detalles e instrumentalmente tan potente como el anterior, aunque más atrevido, moderno y sofisticado.

Los nuevos Alcatrazz plantean el álbum inteligentemente haciendo que «God blessed video» funcione como presentación de las nuevas formas de expresión de la banda sin mostrar su potencial absoluto, objetivo que queda reservado para la segunda canción, la exótica «Mercy», una de las que más crece con las escuchas: brutalmente intensa, rebosante de densidad, salvaje en su tensión emocional; y en ella aparece el Steve Vai deslumbrante y rompedor, con un solo que sí deja la firma de autor en la obra. Las curvas ascendentes y descendentes de las líneas vocales en la primera muestran a un Graham Bonnet pletórico que transmite entusiasmo y fabulosas armonías, pero se muestra intratable en el estribillo de la segunda. No hay muchos cantantes que se le puedan asemejar en fuerza y tono.

«Will you be home tonight» vira hacia una ambientación pop rock en la que Bonnet comienza en un tono bajo y sugerente y en el preestribillo retoma sus características curvas melodías. La canción se va apagando para dejar paso a «Wired and wood», muy del estilo Vai; en ella, después del solo hay una sección pausada que explota para retomar de manera fantástica el estribillo. Nuevo solo de Vai, breve y fabuloso. Cierra la primera cara el extraño hipnotismo de «Desert diamond».

Damos la vuelta al disco y nos encontramos subidos a toda velocidad a la pasarela de «Stripper» que termina con un Bonnet totalmente desatado. En «Painted lover» Steve Vai se dedica a salpicar notas con su guitarra a diestro y siniestro como un perro sacudiéndose después de salir del río. Justo después aprovecha para incluir una pequeña pieza instrumental con su reconocible técnica de ligados antes de pasar a la canción más festiva, y creo que celebrada, del conjunto: «Sons and lovers», una lograda composición con un estribillo fabuloso, unas melodías muy pegadizas y un divertido solo desarrollado sobre unas simpáticas notas de teclado. No menos buena es «Skyfire», de cabalgante ritmo y con uno de los pocos puentes del álbum, excelente, eso sí, seguido de una sección de teclados antes de uno de los grandes solos de Vai.

Y cierra el trabajo la canción con la que abrían los conciertos de esa gira. «Breaking the heart of the city» es una pieza que va in crescendo hasta un efusivo final.

Supongo que hay a quien le interesa la polémica, evidenciar los logros de la banda con el guitarrista sueco despreciando la propuesta y atrevimiento del norteamericano. Pero lejos de ser álbumes opuestos e incompatibles, No parole from Rock ‘N’ Roll y Disturbing the peace son indiscutiblemente complementarios. Dos obras que dialogan, se equilibran y engrandecen mutuamente. Su majestad hace que cada una sea admirable, pero la perspectiva histórica facilita que su relación, por contraste, las enriquezca.

alcatrazz-disturbing_the_peace_cover
ALCATRAZZ:
GRAHAM BONNET: Cantante
STEVE VAI: Guitarra y coros
JIMMY WALDO: Teclados y coros
GARY SHEA: Bajo
JAN UVENA: Batería, percusión y coros

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