No son sólo negocios, es personal.
Por José Ramón González.
Madrid 27-01-2025
Querido Carlos Álvarez:
RENCOR
Leí en algún sitio una cita de Proust (aunque puede que no fuera de Proust) que decía que lo que entra en la cabeza irracionalmente no se puede sacar de forma racional. No estoy de acuerdo del todo, y eso que me gusta lo irracional: hay algo impulsivo, irrefrenable, visceral… humano. Las emociones no se pueden o son difíciles de dominar, con todo lo que esto conlleva de positivo y de negativo. Se manifiestan de manera espontánea, por eso son auténticas, están porque es lo que brota de cada uno. Pero si uno se encuentra preso de un pensamiento o impulso con el que no se siente a gusto, con esfuerzo, sabiendo parar y marcando distancia con uno mismo puede conseguir liberarse de esas ideas o sensaciones indeseadas, o inapropiadas según su propio criterio, si conoce su forma de ser, que decía el Nobel Susumu Tonegawa.
Yo no pude evitar experimentar un fuerte resentimiento hacia ti cuando anunciaste tu marcha de Dry River en 2019, después de haber publicado el magistral 2038 (2018). No eran sólo negocio, era algo personal. Dry River había entrado en mi vida unos años atrás. Vuestras canciones empezaban a enmarcar recuerdos, a moldearlos, transformaban situaciones, mejoraban días que amenazaban con tormenta atravesando con sus melodías y sus letras las nubes agoreras; algunas imágenes ya aparecen desde entonces siempre cosidas a estribillos tan inolvidables como los recuerdos de los que forman un todo. Te marchabas y te llevabas contigo todo un futuro lleno de posibilidades, de emociones, de alegrías y de promesas de momentos de felicidad, instantes a los que no hay otra manera de referirse como «felicidad», por poco que se crea en ella, y pinchabas un flotador salvavidas, inutilizabas una bomba de oxígeno. Supongo que todo esto puede sonarle pueril a muchas personas, pero me pregunto: si esto no es importante, ¿qué lo es? Vivir momentos de excitación, de ilusión, experimentar el entusiasmo, la ansiedad por encontrar un momento para volver a escuchar un disco, una canción. Si prescindimos de eso, qué nos queda. Si revisamos nuestra biografía, qué momentos seleccionamos como imprescindibles. Es muy sencillo: los que nos hicieron sentirnos felices. Cuando la persona a la que amas te mira sonriendo cantando el estribillo de una canción y te das cuenta de que no hay nada más importante en el mundo, de que eres afortunado por vivir ese instante.
Desde Ciudadano Rock habíamos establecido, tanto contigo como con Ángel Belinchón, un vínculo del que nos sentíamos honrados y afortunados (Dry River era parte de nuestra familia; quien ataca a nuestros amigos se convierte en nuestro enemigo). En cada entrevista disfrutábamos de vuestra acogedora complicidad, vuestro buen humor y vuestra generosidad. Te marchabas y acababas con todo eso, y quizás con Dry River. ¿Cómo no guardarte rencor? Para ti también, según se comunicó, los motivos eran personales y probablemente tampoco pudieras controlarlo.
Afortunadamente Dry River se recompuso. Lanzó el impactante Cuarto creciente con el que se reafirmaban en su terquedad de no rendirse y de mantener su carácter, su personalidad y su excelente nivel compositivo e interpretativo. Mientras poco después publicabas una serie de versiones que me resultaron, honestamente, poco estimulantes, una manera de hacer algo «mientras tanto». Peor para ti, pensé.
Hace unos meses lanzaste la primera canción que anticipaba la publicación de lo que iba a ser tu primer disco con canciones nuevas. La sensación fue algo desconcertante, me trastornaba y confundía. Fui consciente de que no tenía capacidad para enfrentarme libre y desprejuiciadamente a la nueva obra. «Es justo ahí» sonaba indiscutiblemente bien, muy bien, pero había algo que chirriaba (¿algo a lo que agarrarme para poder seguir enfadado contigo?). Estaba claro que era la voz. Subrayo la voz, no me refiero a la técnica de canto, sobre la que no tengo ningún reproche, al contrario, en mi opinión desempeñas esa labor más que bien. Pero al igual que Freddie Mercury en Queen (banda para ti de insobornable influencia) era capaz de rockerizar canciones tan pop como «A kind of magic» o «I want to break free» sólo con su voz y estilo, tú llevas con la tuya tu canción en sentido contrario: de hechuras y estructura rockera, a un terreno de cantautor pop-rock con gran banda. Es posible que aquí pesen mis expectativas, espero encontrar lo que busco en lugar de descubrir lo que puede haber, olvidando que quizás sea precisamente eso lo que su autor quiera. Como las emociones no se pueden controlar, a pesar de que me resistí durante varios días, había una realidad ante la que no podía luchar: la canción me gustaba, aunque no estaba dispuesto a perdonarte a las primeras de cambio. Sin embargo tu música se iba a ocupar de facilitarme el tránsito hacia la reconciliación.
RECONCILIACIÓN
«Es justo ahí» es una composición brillante. Utiliza en su letra a un interlocutor en segunda persona al que se dirige, alguien que sospechamos eres tú mismo, en una suerte de autoficción en la que hay algo de ajuste de cuentas, un toque de reivindicación personal, una parte de confesión y una pizca de declaración de principios, envuelto todo en sarcasmo y guasa. Las melodías son magníficas, con unos cambios de acordes y ritmos que no pueden ocultar unas raíces muy Dry River. Repleta de detalles vertiginosos, arreglos con clase y toques de distinción exclusivos de una mente brillante, «Es justo ahí» te sitúa en la excelencia compositiva e interpretativa. Sigo poniéndole la pega de la voz (uno, que es tozudo), pero una vez llegados aquí, está aceptado. Perdonado. Adoro esta canción, Carlos. Me rindo. A partir de aquí yo también he triunfado, he vencido a mis emociones indeseadas, torcidas, confusas, irracionales y me siento contento y agradecido por poder disfrutar y admirar una obra como la que acabas de crear.
ADMIRACIÓN
En Big Bang se dan cita Queen y Elton John, Billy Joel y Dry River, Luis Prado (a quien nunca he seguido más que mínimamente por las referencias que de él dabais con frecuencia) y The Beatles, Abba y Meat Loaf, Pink Floyd y… Queen, Deep Purple y… Queen. Y casi que cualquier nombre que soltara podría encajar, porque en las influencias de un apasionado de la música como tú, casi por medio de cualquier caudal te ha llegado algo de otros muchos músicos. ¿De dónde sale una canción como «Más allá»? De todos los sitios (hay una parte en el centro muy reconocible de lo que hiciste con Dry River). Aunque en «Más allá» seguimos justo ahí, pues «Es justo ahí» se sitúa, aunque figuradamente, más allá del mundo real, que es precisamente desde donde la voz de «Más allá» habla. Aquí se mezcla el teatro musical, el circo, la música clásica y el rock. Se nota que no te da miedo nada, casi diría que te atrae el riesgo y que si ves un precipicio coges carrerilla. A propósito, que hay detalles en la voz que van gustándome con las escuchas. Que lo sepas.
Me han encantado esos coros que has montado en «Ya veré», toda una balada épica, si me permites la expresión, especialidad en la que ya has dado más de una prueba de lo que eres capaz de hacer. Irresistiblemente emocionante la combinación de piano y guitarra y la dosificación de la intensidad.
The Beatles están muy presentes en «El jefe de todo esto». El estribillo se te pega como un perrito abandonado al que le das un poco de cariño. La parte central me mola un montón y la entrada de la guitarra en el solo.
Tenemos luego la pieza monumental de más de once minutos. Qué te voy a decir, no te la voy a explicar —más bien deberías explicármela tú a mí—. Reconozco un retrato del mundo actual salvaje, demoledor, triste, furioso y hasta esperanzador si nos ponemos. Las cuatro secciones están maravillosamente encadenadas (está lo de King Crimson, una parte que suena a Deep Purple, otra a Meat Loaf). Menudo acompañamiento el de Pedro Corral (también de Dry River) a la batería y de Adrián Picazo al bajo. Perdona que insista, pero precisamente justo en la mitad de la canción es imposible no pensar en Dry River.
Tampoco puedo evitar pensar en Elton John cuando escucho el megahit «Bomba de humo». Qué canción tan chula, vitamínica, contagiosa, divertida. Se nota que las emisoras de radio que programan música tienen mucha boca pero pocos oídos, porque si escucharan esto… En fin.
Percibo que «Cosas de la edad» debe de ser una canción muy personal. Lo siento, Carlos, pero no me gusta mucho. Como es muy clara la implicación personal en ella la escucho con respeto. No me la salto.
Y otra vez The Beatles en «Déjalo» para cerrar el disco. Y bien arriba. La verdad es que me hace gracia porque la canto como un tonto embobado. Tiene algo de melodía infantil que me divierte y me hace sentir bien.
P. D.: Al igual que has hecho tú en «Es justo ahí» ésta es mi confesión. Una muestra de que la música puede estar en nuestra vida para muchas cosas. Nos puede resbalar como el sudor y apartarlo con un restregón indiferente, se nos puede quedar pegada con el mismo fastidio que la arena de la playa en la piel aunque no nos guste, o puede ser parte de nuestra existencia tan vital como un abrazo o una frase de ánimo de alguien querido, formar parte de nuestro desarrollo emocional y afectivo, un mundo que «es casi un mar sin orillas» según decía Enrique Rojas en un artículo reciente que leí cuando estaba cerrando esta reseña. Lo más probable es que a nadie le importe lo que cuento aquí acerca de mí con respecto a tu disco, por eso decidí dirigirme directamente a ti; tengo confianza en que me vas a entender. Y de paso te muestro mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento por haberme regalado de nuevo montones de horas de disfrute a través del trabajo que has hecho: no soy capaz de imaginar la cantidad de horas de dedicación, esfuerzo e ilusión necesarios para montar esas composiciones repletas de detalles, arreglos, armonías, complejidades. Puedes haber pensado que a quién le va a importar que meta aquí una voz, una nota de piano, subir en la mezcla un instrumento para crear determinado efecto. Pues a ti, indiscutiblemente. Y a mí, que lo sepas.
Es difícil dominar las emociones. Soy irracional, por eso creo que en muchas ocasiones es mejor no hacerlo, reconocer que están con nosotros, entenderlas, y así nos entendemos. ¿Qué sería de nosotros sin ellas?
CARLOS ÁLVAREZ: Voz, piano, Hammond, Wurlitzer, clavicémbalo, sintetizadores, guitarra eléctrica y guitarras acústicas
PEDRO CORRAL: Batería, percusión, pisadas, palmas y coros
ADRIÁN PICAZO: Bajo y coros