Críticas Casco Antiguo

KING KOBRA «Ready To Strike» (Capitol, 1985)

KING KOBRA «Ready To Strike» (Capitol, 1985)

Zanjar la deuda o Historia de una elección.
Por José Ramón González.
 

No es nostalgia. Es resistencia.
Antonio Muñoz Molina

 

Éste fue el que salió perdiendo, el sacrificado. Aunque en verdad, visto con perspectiva, quien perdió fui yo; yo fui quien hizo el sacrificio y el sacrificado.

En 1985, el tenaz ritmo de publicación de títulos que han llegado a ser referentes imprescindibles del hard rock era muy superior al de los recursos de los que disponía un adolescente de catorce o quince años para acceder a ellas. Lo máximo con lo que podía soñar era con conseguir una de aquellas preciadas obras rascando parte de la paga semanal que sus padres, no sin esfuerzo también para ellos, le asignaban. Lo cual podría explicar el valor que estos discos tenían para cada uno de esos chavales; eran objetos codiciados, misterios por inaccesibles, por inalcanzables. Y porque en cada uno de ellos se volcaba todo un torrente de emociones, vivencias, aprendizajes y descubrimientos, sensaciones inéditas, desconocidas, que brotaban al ritmo de las notas de las canciones, de los acordes y estribillos. Transformaban parte de su mundo, de su realidad y, por qué no, de su fantasía, pues la música lo llevaba a un universo diferente, excepcional. Por otro lado, también le era fácil percibir que formaba parte de un grupo selecto de aficionados, esos pocos amigos que experimentaban las mismas sensaciones, que vivían la experiencia artística ―sin saber que lo fuera― de un modo parecido al suyo.

Eran tantas las veces que ese vinilo pasaba bajo la aguja del giradiscos que era imposible que aquella relación no funcionara. Ya se sabe, cuanto más se trata a alguien mejor se llega a conocerlo. En la memoria de muchos se ha quedado grabado el momento en el que una mota de polvo o resto de algo incrustado en esos surcos en los que la semilla de la emoción brotaba con pasmosa facilidad, restallaba tozudamente reproducción tras reproducción; tanto que incluso ahora, cuando suena esa canción en cualquier lugar o en las posteriores reediciones adquiridas en cd, es imposible no seguir escuchando ese chasquido que el recuerdo de la juventud ha dejado fijado para siempre en ese instante ya eterno.

Ready to strike de King Kobra fue uno de esos álbumes que padeció las consecuencias de la sobresaturación de obras maestras, creo que no sólo para mí, ya que su popularidad es inferior a la de sus competidores, sino para la mayoría de los que conocí. 1985 fue un año particularmente deslumbrante en cuanto a títulos míticos, por tanto la competencia era muy dura: Under lock & key de Dokken, The last command de W.A.S.P., Innocence is not excuse de Saxon, el primer disco de Sangre Azul, Thunder in the east de Loudness, En un lugar de la marcha de Barón Rojo, Metal heart de Accept… Eso nombrando sólo algunos de los que más éxito tuvieron, pero la segunda línea de grandes títulos rebosaba regocijante de nombres potentísimos: Icon, Helloïse, Heavy Pettín’ o Vandenberg entre otros muchos.

No es difícil imaginar lo terriblemente dramático que era estar en una de esas tiendas de discos que alegraban la vista y la vida en esos años, frente a la inabarcable posibilidad de elección de obras maravillosas que mostraban sus tentadoras portadas ante nuestros ojos y saber que sólo se podía elegir una. Y eso que aún el brillo de las novedades no dejaba vislumbrar el verdadero monstruo, el descubrimiento de los clásicos, además de que con el paso de los años se producía una inevitable acumulación causada por el retraso.

Un día de comienzos del verano de 1985, los todavía adolescentes de una localidad del sur de Madrid se subían al Cercanías (qué nombre tan insuficiente para un viaje que nos parecía más excitante que subirse al Orient Express) para llegar al centro de la capital. Era el día en el que cada uno llevaba sus ahorros guardados para invertirlos en comprar uno de aquellos discos que formarían parte de una todavía no concebida colección. Lo vivíamos con la excitación, el ansia, la alegría y la inocencia que únicamente unos jóvenes apasionados pueden sentir de esa manera. En nuestra ingenuidad sólo veíamos el lado positivo y atractivo, el anhelo del objeto deseado, pero no contemplábamos el encuadre completo: la elección emocionante conllevaba obligatoriamente una renuncia, un sacrificio.

Lo de aquel día, más que una renuncia fue un duelo, con todos sus ingredientes de dolor, violencia, tensión, sudor, nervios y palpitaciones que podrían transformar en comedia familiar cualquier escena final de los westerns de Sergio Leone. Porque al llegar a la tienda ― Madrid Rock era en este caso, una de las tres que tenía instaladas en el centro―, tuve que enfrentarme a una decisión que ríete tú de la cara del niño cuando le preguntan si quiere más a su padre o a su madre. Mano izquierda Ready to strike de King Kobra; mano derecha Invasion of your privacy de Ratt. Esa imagen congelada en el tiempo me ha acompañado desde entonces. El peso del segundo álbum completo de Ratt, su inmediatez, el éxito de su anterior Out of the cellar (1984) eran razones suficientes para inclinarse por su nuevo trabajo. Además, siempre fueron una debilidad para mí, una de mis bandas favoritas, con un dúo de guitarristas fabuloso ―especialmente Warren DeMartini, uno de los más talentosos de su generación― y un cantante con una presencia chulesca y desafiante irresistible. Allí se quedó Ready to strike, a pesar de que «Hunger» ya me había gustado lo suficiente como para interesarme por ellos. La portada de cada uno de los discos supongo que también jugó a favor de Ratt, y los videoclips que tantas veces disfrutamos, también.

El paso del tiempo y la corta carrera de la banda de Carmine Appice con aquella primera formación hicieron que su disco quedara colgado de un hilo de la memoria para un «quizás más adelante». Cuando casi diez años después me encontré con él definitivamente, el álbum se había cuidado de mantener intactas sus virtudes; por su parte el tiempo lo estaba cociendo a fuego lento como clásico. Puede que aquello que no le permitió acceder a la popularidad en su momento es lo que se haya transformado en indiscutibles virtudes que hacen que ahora suena maravillosamente. Porque Ready to strike es un trabajo sobresaliente que se sustenta en unas guitarras poderosas y mucho juego a dos ―a cargo de David Michael-Philips y Mick Sweda― y la voz de un cantante soberbio llamado Mark Free que dejaría rastro imborrable en los aficionados a lo largo de los años en diferentes bandas y varios títulos ineludibles. Además de Appice a la batería, toda una institución, está Johnny Rod al bajo, que hace un excelente trabajo en cada una de las canciones. El disco cuenta con una de las más recordadas introducciones de la época, una de esas con sentido, integrada en el primer tema de manera muy natural y después en el solo. Esa canción es «Ready to strike», una barbaridad de hard rock de muchos quilates con un estribillo inolvidable. A ésta le sigue el single «Hunger», una canción que no está compuesta por los miembros del grupo junto a alguien más, como el productor Spencer Proffer, sino por los miembros de otra muy buena banda canadiense llamada Kick Axe (conocida por ser la autora de la canción «Heavy Metal Shuffle» y a quienes Proffer había producido su primer disco el año anterior). «Hunger» sería a la postre, junto a «Iron Eagle (Never say die)» de su segundo trabajo y banda sonora de la película del mismo título, la canción más recordada de la banda. Su estribillo y la garra de Mark Free, a quien parece que cada sílaba le raspa en la garganta, hacen de ella un imprescindible de la época. Las guitarras a dúo del solo no hacen más que sellar con tinta imborrable la melodía.

En la segunda cara hay material de peso para que Ready to strike aporte argumentos suficientes para entender la vigencia del trabajo. Abre «Breakin’ out» que rivaliza con «Ready to strike» como estandarte de potencia y vigor, además de clase y finura en el gusto. Las guitarras brillan de nuevo con unas rítmicas rugientes y las melodías dobladas del solo, si bien no tan espectaculares como las de «Hunger». Free se luce y también Rod, que dibuja unas líneas elegantísimas. Algo que podríamos afirmar igualmente de una joya como «Tough guys don’t cry», un medio tiempo de elaboradas melodías. Y, por qué no, de otra pieza de la joyería King Kobra titulada «Second thoughts», de lo mejor y más pulido de su catálogo, con unos coros y melodías cuidadísimas y sutiles, sin extravagancias ni estridencias. Una canción osada y delicada que muestra un buen gusto poco habitual.

Situaría a Ready to strike en esa categoría de discos de hard rock que manifiestan un evidente interés en crear melodías destiladas combinadas con la fuerza de las guitarras y la base instrumental, que buscan crear canciones con potentes emociones pero sin recurrir a recursos fáciles, que se apoyan en un buen trabajo instrumental y que no aspiran a la lista de éxitos al precio que sea. Quizás por eso no estuvieron allí. Sin embargo sus creaciones se han conservado extraordinariamente frescas, mantienen su poder de atracción, su autenticidad. Para las obras de arte no existe el tiempo como condicionante único. Para Ready to strike, 1985 era su momento, pero no el mío. Ahora que el tiempo no importa, este álbum sigue ofreciendo todo su poder de seducción cuarenta años después. Cada vez estoy más convencido de que una estantería repleta de discos es como la sala de un museo: guarda sus tesoros para que cualquier persona de cualquier momento de la Historia que se acerque por ahí descubra o vuelva a disfrutar de las obras de arte que siguen significando algo para nosotros. Y que nos siguen enseñando y recordando quiénes fuimos y quiénes somos.

king kobra ready to strike_cover
KING KOBRA:
MARK FREE: Cantante y coros
DAVID MICHAEL-PHILIPS: Guitarra y coros
JOHNNY ROD: Bajo y coros
MICK SWEDA: Guitarra y coros
CARMINE APPICE: Bajo y coros

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1 Comentario

  1. Uno de esos discos con los que me enganché al heavy metal y que me ha acompañado desde entonces hasta ahora. En mi caso los descubrí gracias al Discoplay. B.S.O. de mi vida. Gran artículo!

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