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THE END MACHINE «The Quantum Phase» (Frontiers Music, 2024)

THE END MACHINE «The Quantum Phase» (Frontiers Music, 2024)

Más Dokken que Dokken.

Por José Ramón González.

 

Cuando los talentos de Jeff Pilson y George Lynch hacen contacto para crear música ―y afortunadamente esto ocurre con frecuencia― el resultado suele provocar que salten las chispas sensoriales que activan las emociones de los seguidores de la banda que los hizo mundialmente populares y unánimemente apreciados por los más exquisitos aficionados al hard rock. Como intentar esquivar el nombre de la banda a la que me refiero con el fin de mostrar cierta originalidad resultaría más extravagante, por forzado, que sorprendente, hagámoslo cuanto antes. Poco me falta para afirmar que The quantum phase, el tercer álbum de The End Machine, la banda que forman Lynch y Pilson consecuencia de la frustrada reunión de Dokken, es lo mejor que han grabado juntos estos dos extraordinarios músicos desde que estaban en la banda primigenia. Y eso sin contar con que ya por separado han publicado obras relevantes: Lynch al frente de sus Lynch Mob, cuyo último trabajo Babylon (2023), sin irnos más atrás, es más que bueno, mientras Pilson mantiene un excelente nivel con Black Swan junto a Reb Beach, Robin McAuley y Matt Starr. Y desde luego The quantum phase es infinitamente superior al último disco publicado por su compañero Don bajo el nombre de la banda a la que da su apellido, publicación que, por mucho que se hayan empeñado en diversos medios, llevados seguramente por el aprecio y respeto que le tenemos, no está en absoluto a la altura de su legado, lastrado por una mezcla descompensada y unas canciones por debajo de la exigencia de lo que cualquiera habría querido (al margen ―o como consecuencia― del deteriorado estado de la voz de su líder). Así pues, lo que tenemos en The quantum phase, para regocijo de todos los seguidores de estos músicos y su legado es, ni más ni menos, que el mejor disco de Dokken desde Long way home (2002). Ellos son, ahora, más Dokken que Dokken. Y para lograr tan excelente resultado han contado con la incorporación de un cantante como Girish Pradhan, que aporta la electrizante energía y el descaro y las ganas y la locura de quien aunque joven es ya un cotizado frontman. Encima supera el reto de sustituir al anterior y excepcional Robert Mason. Parece que con Pradhan han encontrado una vía expresiva menos vinculada a Lynch Mob (Mason nunca quiso ser un avatar de Don Dokken) y más puramente Dokken, algo que se ya se apreciaba con visible claridad en su anterior Phase2 (2021). La voz, el carácter, la fiereza de Pradhan inclinan el conjunto hacia esa vertiente hard rock más potente en la línea de Erase The slate (1999), Slave to the empire de T&N (2012), o incluso Dysfunctional (1995), dejando menos espacio a las delicadas melodías que suele aportar Don Dokken con su clase y elegancia.

Lo que lamento es que The End Machine no se establezca definitivamente como banda en activo, lo que nos proporcionaría la oportunidad de verlos en directo. Aunque si nos van dejando discos como éste cada cierto tiempo no voy a quejarme ni gota. Es un trabajo hecho con ganas, con convicción, con consciencia de lo que se está haciendo, de lo que como artistas representan, sin complejos por ser quienes son y hacer lo que hacen ―reitero que ellos suponen dos tercios del sonido Dokken, sin menospreciar a Brown, Steve Brown―, y con un sorprendente efecto en el sonido que consigue mantener un deslumbrante equilibrio entre clásico y moderno que tira de espaldas. Aquí están las guitarras abrasivas y fulminantes de Lynch, el talento nunca suficientemente reivindicado de Pilson en el bajo, los coros, la composición (siempre me ha parecido que él es el guardián del alma de Dokken), la pegada de Brown que replica a la perfección el estilo de su hermano Mick… Por descontado falta el toque mágico de Don pero, desgraciadamente, parece latente desde 2012, fecha en que entregó su anterior y muy apreciable álbum Broken bones.

Hay en The quantum phase algunas composiciones premeditadamente cercanas a títulos conocidos: «Shattered glass heart» es una revisitación de «It’s not love», incluido el reconocible dibujito de la guitarra, y «Burning man» es toda una reescritura de «Alone again», que sacada del mismo molde se transforma en algo distinto. Insisto en que es algo premeditado, una actualización, o reinterpretación, o puesta al día. No una copia; no una simulada repetición.

El disco es disfrutón y adictivo. Se transmite de manera natural al receptor el feliz gozo de quienes han disfrutado haciendo este álbum. Tantas ganas se evidencian incluso en la dificultad que parecen haber tenido para decidir cómo dar comienzo al trabajo, porque en realidad arranca dos veces. «Black hole exctintion» es una canción de ritmo entrecortado aunque no excesivamente veloz, con su propia introducción, que desempeña a la perfección su labor de presentación. En ella exponen su inquietud ante los peligros de los avances tecnológicos, como ocurre igualmente en «Stand up». Sin embargo a continuación entra «Silent winter», esta sí más rápida, que tiene asimismo su introducción al estilo «Tooth and nail» y que ha sido la elegida como adelanto. Es una composición monumental, con un George Lynch impecable en las rítmicas y brillante en el solo de tres secciones, en la última de las cuales dobla la guitarra magistralmente en una irresistible melodía de cierre. Resulta inevitable emocionarse al ver de nuevo en el videoclip a estos tipos en el mismo plano tras tantos años (cómo no emocionarse, si llevamos juntos cuatro décadas).

El segundo tema de adelanto del álbum sigue en orden al anterior también en el disco: en «Killer of the night» percibimos con más evidencia los detalles de construcción y ejecución que distinguen a estos músicos de muchos otros: las réplicas en los coros a la voz principal ―que no se repiten rutinariamente―, las armonías vocales y de guitarra, el ritmo implacable marcado por el bajo y la batería que lleva la canción en volandas, la intensidad sabiamente dosificada a través de los arpegios de guitarra y los acordes eléctricos, las líneas a dos voces en los momentos precisos… Una composición sumamente orgánica, que se sacude, late, vibra, se tensa y baila a un ritmo envidiable. Una canción con vida propia.

Todas estas virtudes y más aparecen en diferente forma e inagotables matices de expresión en cada una de las canciones que componen este excepcional disco: en la potentísima «Hell or high water» en la que tanto Pradhan como Lynch se desatan confiados a la seguridad que les proporciona el cinturón de Pilson y Brown en la base rítmica, en la excitantemente dramática «Time» repleta de sugerentes melodías, en la engañosamente transitoria «Hunted» que desarma a cualquiera con sus gloriosos coros y cambios de tono, o en la magnética «Stranger in the mirror» que quiebra la cintura a quien pille desprevenido (cuidado que va un destripe (spoiler dicen los aficionados a los anglicismos)) con el cambio de ritmo a mitad de la canción. Y cierran remitiendo a los tiempos míticos de Tooth and nail o Under lock and key con la rápida, vitalista, contagiosa y coreable «Into the blazing sun».

The quantum phase no da tregua, tanto que incluso puede resultar excesivamente intenso en las primeras escuchas, en parte a causa de la infatigable garganta de Girish Pradhan al establecer su registro en el vigésimo piso como residencia permanente. Pero la riqueza de las canciones, la generosidad en las melodías, la abrumadora técnica de los músicos puesta al servicio de grandes canciones de hard rock van ajustando al oyente a la obra. Ella se encarga de acomodarlo, de guiarlo, de enseñarle las enormes virtudes e inagotable talento ―a esta palabra me referí en la primera línea― de estos enormes músicos que llevan ya cuarenta años dando lo mejor de su capacidad creativa. Y ahora van y se sueltan una de sus mejores obras.

THE END MACHINE_The Quantum Phase_COVER
THE END MACHINE:
GEORGE LYNCH: Guitarras
GIRISH PRADHAN: Cantante
JEFF PILSON: Bajo, coros, teclados
STEVE BROWN: Batería, coros

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