Jolgorio.
Por José Ramón González.
Tras leer algunos comentarios con motivo del lanzamiento del segundo disco de Carlos Tarque, Vol.2, y alguna breve reseña, me ha asaltado la sensación de que, quizás sin pretenderlo, se deslizan, no maliciosamente aunque es posible que sí dejándose llevar por una perezosa inercia, reproches a la banda a la que Taque pertenece y sin la cual ahora sería una quimera estar hablando de su nuevo álbum.
Esos comentarios, insisto exentos de mala voluntad aunque llamativamente numerosos, unidos a los rotundos y más que evidentes méritos de su nuevo trabajo, me han animado a dedicarle unas líneas. Sin embargo, como apuntaba al comienzo, me han rebelado los reproches a la carrera de MClan. Parece haberse acomodado como tópico criticar las publicaciones de la banda después de haber alcanzado el éxito tras el lanzamiento de su tercer disco. El propio Tarque se ha encargado, en diversas entrevistas, de ironizar sobre todos aquellos que insistentemente ensalzan reivindicativos sus dos primeras obras. Si hubiesen sido tantos los «fanáticos» de aquellos dos discos no habrían tenido que llegar a plantearse el abandono viendo que, concierto tras concierto, las audiencias no superaban los treinta aficionados.
Unido a esto está el desprecio tendencioso a cada nueva publicación de la banda. Al contrario de ello, creo que los cinco trabajos de MClan publicados entre 2002 y 2012 ―de los que Sopa fría (2005) sería probablemente el menos logrado― son más que buenos: muy buenos discos de rock que abarcan una gama amplia de estilos con, ciertamente, concesiones al pop y a las grandes audiencias, que no desmerecen un conjunto que suele rozar en muchos momentos el sobresaliente. Tengo la sensación de que nos dejamos arrastrar por una injusta corriente de censura al éxito de las bandas de rock (MClan no son un caso único, aunque sí de los más representativos), nos sentimos más cómodos chapoteando en el cuestionable barro del malditismo y la marginalidad. No me parece mala idea pegarle un par de vueltas a álbumes como Defectos personales (2002) o los excelentes, en mi opinión, Memorias de un espantapájaros (2008), Para no ver el final (2010) o Arenas movedizas (2012).
Vol. 2 aparece para darle una nueva oportunidad a todos esos aficionados que reivindican el afilado brillo de los rasgos más rockeros, puros y salvajes de Carlos Tarque/MClan. Porque este segundo lanzamiento en solitario es más fiero, potente y rotundo que el anterior. Un disco mejor en todos los aspectos, de una contundencia incuestionable, una paliza de hard rock que es difícil encontrar en la actualidad en nuestro país con esas raíces, seguridad y complacencia. Hay un gozo, un placer, un regocijo casi indecente en escupir, canción tras canción, kilos ―y quilates― de rock y hard rock de guitarras sucias y potentes, clásicas y sabias, salvajes y vibrantes a cargo, cómo no, de Carlos Raya, con una base rítmica que taladra lo que se le ponga por delante ―ha sido el mismo Raya como productor quien ha logrado un sonido de batería y bajo poderosísimo y genuino, auténtico― y un Carlos Tarque que exprime cada segundo para transmitir su experiencia, versatilidad, entrega y pasión, con un dominio de los graves y los medios que me gusta muchísimo. Vol. 2 es un disco cuyas virtudes no explotan de modo deslumbrante en un solo fogonazo auditivo; más bien fuerza al oyente a ir adaptándose a la potencia de su brillo mediante una posología bien pautada que, casi sin quererlo, termina uno saltándose arrastrado por la adicción.
Todo en una colección de canciones apasionantes, adictivas, excelentemente planteadas y ejecutadas, un jolgorio interminable para los aficionados tan bueno que tardaremos en darnos cuenta de cuánto lo es. Perfectamente planteado, dosificado y pensado. Un disco que es un disco, una obra completa y orgánica, no simplemente una «colección de canciones», como he afirmado torpemente unas líneas arriba, repleto de referencias prácticamente innumerables al rock clásico. Sin apocamiento, sin prudencia. Un disco que suena a regalo inmerecido por desproporcionado, que hay que desenvolver cien veces para prolongar el gozo y la excitación y que, una vez en las manos, merece que se le hagan los honores disfrutándolo con la misma afición, respeto y pasión que han puesto ellos en crearlo. Y también, por qué no, con admiración y agradecimiento.
TARQUE Y LA ASOCIACIÓN DEL RIFF:
CARLOS TARQUE: Voz, armónica
CARLOS RAYA: Guitarras, coros
COKI GIMÉNEZ: Batería
IVÁN «CHAPO» GONZÁLEZ: Bajo, coros