«Open your heart» (Europe) y «Broken heart» (White Lion), historias que se cruzan.
Por José Ramón González.
1984. La banda sueca Europe se lanza a grabar su segundo álbum azuzada por la evidencia de su crecimiento como músicos y compositores, en particular por el impulso que el talento innegable de Joey Tempest muestra para crear canciones. El avance cualitativo que se aprecia en Wings of tomorrow frente a su debut de 1983, de tan solo un año antes, es más que evidente. En este magnífico disco encontramos composiciones de apreciable nivel, ejecuciones más profesionales y mayores ambiciones artísticas en títulos como la inicial «Stormwing», la excelente «Wings of tomorrow», la potente y veloz «Scream of anger» ―compuesta junto a Marcel Jacob en su fugaz paso por el grupo―… y una canción que se va a convertir en el entrecomillado del sonido Europe: «Open your heart», un medio tiempo hiperconocido que comienza con los arpegios lentos de una balada para transformarse en el estribillo en un fantástico y pegadizo tema de hard rock.
1985. La banda danesa-norteamericana White Lion registra su primer y fantástico álbum Fight to survive, el cual se abre con una composición de Mike Tramp y Vito Bratta, cantante y guitarra respectivamente ―la primera que crean juntos, en una de esas asociaciones entre dos músicos casi mágicas que se han dado en la historia del rock― que se convertirá en una canción icónica de su catálogo y de toda una generación: «Broken heart». La canción comienza con unos lentos arpegios de balada para transformarse pocos segundos después en un medio tiempo fabuloso, empapado del dramatismo que Tramp aporta con su interpretación a todas sus composiciones.
Podría ser una historia curiosa o simplemente una curiosidad, un hecho del que extraer interesantes conclusiones o nada más que una coincidencia sin mayor trascendencia. Aunque ya se sabe, las coincidencias no existen.
La historia de estas dos canciones ha trazado llamativas líneas paralelas que parecen querer atraer nuestra atención. Dos canciones icónicas y representativas de sus compositores y, a la larga, del movimiento del hard rock de los años ochenta y un poquito más, especialmente en el caso de la banda sueca. Y ello nos obliga a enfocar de manera más precisa, a fijar la mirada en algo que trasciende la pura anécdota. Dos bandas nuevas que tenían el talento pero no los recursos necesarios para explotar aquello que su arte demandaba; tuvieron la oportunidad de corregirlo y la astucia para darse cuenta de que aquella primitiva composición no podía quedarse así. Y a través de ellas escribieron su historia.
Lo que observamos aquí es parte de un proceso creativo, el primer diseño de una idea y la idea llevada a término plenamente cuando se puede incorpora todo lo que se ha aprendido para obtener de ella el máximo y transformarla en arte. Aunque el arte, intuitivamente, estaba incubado desde el principio, y quizás de manera más evidente en la versión original de «Broken heart». El paso de una a otra muestra la importancia del detalle, de la recreación, de las sutilezas. Y ello a pesar de que, indudablemente, la versión inicial ya contenía el suficiente atractivo como para ser recordada, especialmente, como decimos, en el caso de White Lion y en menor medida en la de Europe, más refinada y elaborada en su segunda encarnación.
«Open your heart» en su versión de 1984 parece tener miedo a detenerse. Europe aún no dominan el arte del tempo que pide una canción de estas características. Tras la estrofa se precipitan hacia el prestribillo sin dejar tiempo para que las notas floten en el espacio y el receptor pueda recrearse en ellas. La canción es buena, sin duda, pero le falta pulido para alcanzar la categoría que alcanzaría más adelante. Cuatro años después, en 1988 y tras la marcha del guitarrista John Norum, la banda decide regrabar la canción para su álbum Out of this world. Muchas cosas han cambiado para los prometedores músicos del grupo en muy poco tiempo: entre Wings of tomorrow y su nuevo álbum ha ocurrido algo que ha provocado que se sacudan los cimientos de la música rock de mediados de la década de 1980; su título, que hace temblar los principios de muchos rockeros de la época que temen cruzar la línea que los llevaría a pisar terreno fangoso de otros géneros, es The final countdown (1986). Una canción, un álbum, que cambia la vida de los integrantes de la banda definitivamente, para bien ―incluidas también al menos dos generaciones de sus descendientes― y para mal. Una canción que puede lanzar tan rápida y definitivamente una carrera como acabar con ella si no se tiene la cabeza lo suficientemente bien amueblada.
No vamos a detenernos en ese momento, pues requeriría su propio espacio, además de que se ha hablado ya mucho de ello. Aunque, indudablemente, la publicación de cualquier cosa después del citado título y su imborrable melodía iba a estar condicionada por el impacto bárbaro y el rastro imborrable que dejó. En ese Out of this world la banda sueca volvió a grabar aquella entrañable canción que había aparecido en su segundo disco. Es posible que pensaran que era una pena que aquella composición se quedara relegada al pasado de la banda, un pasado al que, posiblemente, muchos aficionados perezosos no llegarían por tratarse de canciones pre «The final countdown». Y además tenían la seguridad de que podían no sólo actualizarla, sino mejorarla. Para ello manejaron el tempo de un modo más profesional, introdujeron una resolutiva y llamativa transición al estribillo mejorando así esa parte al dosificar la intensidad, dejando que la canción fluyera de una manera más natural. Tempest multiplicaba y alarga sus líneas vocales y cambiaba algunos versos de la segunda estrofa. Como colofón, el nuevo guitarrista Kee Marcello deslumbra con uno de sus brillantes solos, más breve que el que propuso Norum pero mucho más rotundo, con un cierre a dúo con la voz de Joey Tempest de los que no se olvidan. La adición de unos apropiados acompañamientos de teclados que no estaban en la versión inicial termina de redondear la canción. Curiosamente, la duración de ambas versiones es muy parecida, pero el tiempo interior de cada una es muy diferente. «Open your heart» renacía del olvido y ahora estaba más cerca de ganarse la categoría de arte musical.
Tres años después, en 1991, White Lion habían llegado a la cima de su trayectoria como músicos, tanto en capacidades compositivas como en profesionalidad. Mane atraction siempre me pareció una obra maestra. Su fuerza, su seguridad, su equilibrada combinación de agresividad y melodía me resultan irresistibles, además de que hay algo indiscutiblemente crepuscular en sus canciones ―no casualmente (de nuevo) la canción que cierra el álbum y, a la postre, la carrera de la banda se titula «Farewell to you»―. En ese último disco se incluye una nueva versión de «Broken heart», lo que traza un arco significativo que une el comienzo y el final de su trayectoria. Siguiéndola podríamos contemplar el proceso creativo y la evolución artística de White Lion en esos seis años. La ingenuidad frente a la elaboración, la intuición frente al arte, la impulsividad frente a la experiencia. A pesar de lo cual hay que reconocer que la versión original de «Broken heart» tiene un encanto irresistible que mana de esa autenticidad que poseen algunas canciones creadas con más corazón que recursos técnicos ―y eso que Bratta ya empieza a mostrar con su solo su valor en quilates―. Al igual que hicieran Europe unos años atrás, White Lion permiten que la canción respire mucho más que en su versión primitiva. La canción gana casi cuarenta segundos gracias al espacio que conquistan las notas suspendidas y las transiciones más orgánicas en coherencia con el nuevo desarrollo. El esqueleto es el mismo, pero la canción adopta otra naturaleza. Las líneas melódicas de Tramp están más presentes y se alargan, la gradación de la intensidad está muy lograda gracias a la nueva transición hacia el estribillo en la que se hace esperar la entrada de la base rítmica dejando sólo la voz y la guitarra, la adición de teclados resalta el ritmo de toda la canción, en especial en el estribillo, y Bratta pule su solo: el arranque es casi idéntico pero para la versión de 1991 utiliza como guía el original del que extrae algunas notas y, a partir de ahí, construye una pieza memorable por sencilla ―si lo comparamos con el anterior― dando preferencia a la melodía y constatando aquello de que menos es más. El solo se cierra con la voz de Tramp superpuesta a las últimas notas de la guitarra.
Las chispas saltan al cruzar las líneas definitorias de ambas composiciones. Líneas que dibujan una manera de hacer música al mismo tiempo que permiten trazar la evolución de las dos bandas. Pero también nos invitan a observar cómo la música va creciendo al tiempo que lo hacen sus creadores. Pareciera que hubiese una naturaleza propia en el arte musical que, cuando conecta con los intérpretes adecuados, empieza a crecer y a generarse por sí misma extrayendo de sus creadores lo que necesita. Los tiempos internos van respirando, las transiciones se naturalizan, y la intensidad va ondeando de una manera orgánica y emocionante, como en esos finales de los solos de estas dos creaciones que enlazan con la voz para mantener el latido vital de la canción.
Y parece evidenciarse en estas dos historias de músicos y música, que la creatividad y el arte necesitan tiempo y espacio (sin ellos no se alcanza la experiencia) para desarrollarse en plenitud. Los aficionados obtenemos el regalo de la belleza de la música fruto del trabajo constante y el aprendizaje adquirido con el tiempo, algo que nunca habríamos llegado a disfrutar si ellos, los músicos, no hubiesen hecho ese viaje.