Luz en la oscuridad.
Por José Ramón González.
The world needs a shot of love
directly to the heart
cause night grows darker
day by day
(«Waywardly broken»)
Oscuro es, sí. Y denso. También único y misteriosamente atractivo. Es el sonido Conception que ha vuelto veinte años después en un momento en el que no es posible mayor encaje en los tiempos que vivimos. Y es que en medio de esa oscuridad, esa negrura que presenta la portada de State of deception, al igual que en la de la entrega de su anticipo hace dos años con My dark symphony, palpita en su interior, como corazón imprescindible, la luz que ilumina lo suficiente para que podamos observar la oscuridad. En la ilustración un ser de apariencia humana con aspecto metálico está de perfil, lo que permite ver en su espalda lo que queda de las membranas de unas alas, mientras observa su mano atravesada por una flor blanca. Ahora que muchos han perdido el contacto con la parte física de la música grabada, qué importante se me hace tener delante la portada de este álbum, como una llave que da acceso y completa la escucha del álbum y cuya cerradura sería ese título casi visionario de los acontecimientos que nos está ofreciendo este mundo. Aunque la negrura ya venía anunciada desde tiempo atrás; lo de ahora no es más que la confirmación de los hechos, la materialización de la amenaza.
Las virtudes que Conception dejaron flotando en el espacio musical del final de siglo XX se pueden respirar casi en su pureza en el XXI: ese metal técnico atravesado de parte a parte por melodías, las guitarras entrecortadas, las voces sugerentes, dramáticas y teatrales, y ritmos que aparentan haber sido recién descubiertos. Todo para dar cuerpo a unas composiciones de enorme riqueza, originalidad y poder de seducción. Pero no estamos ante una seducción cruda y directa, sino ante una que va atrapando lentamente, dejando que uno vaya asimilando su complejidad, tratando de descubrir el sentido total y verdadero de las composiciones entrando en esa oscuridad en la que poco a poco va encontrando la luz. Las notas se retuercen evitando ser atrapadas, desesperadas por la desazón de las historias que cuentan; o se transforman en graves repeticiones que golpean los pensamientos mientras las melodías hacen pensar en tristezas lejanas; o transmiten la energía necesaria para seguir buscando la luz que de vez en cuando se intuye, está ahí. Existe.
Y al final del viaje uno piensa que aprecia todo mejor. Es lógico que la negrura asuste, que cualquiera la rechace, pero una vez que se va acomodando a ese espacio y a ese ambiente empieza a observar los matices, las formas, los significados y contempla con asombro y placer aquello que no había sido capaz de distinguir. Es la realidad y tiene esa forma. A lo mejor no es tan oscura esa oscuridad. Entonces es cuando es posible disfrutar de la belleza melancólica de la enigmática «The mansion», de la enérgica locura de «No rewind», del magnetismo de «Waywardly broken», y de la magistral «She Dragoon» que ya puede unirse a piezas del calibre de «Under a mourning star» o «Cardinal sin».
Me llamó la atención que después de veinte años de silencio y con solo su EP anterior nos hubiesen entregado un disco con sólo nueve canciones, de las cuales una es la introducción, muy significativa y expresiva, y otra la inédita que estaba en el single re:conception de adelanto al EP, una remasterización que no difiere demasiado de la anterior. Total que nos quedaban en realidad siete canciones, cuyos escasos cuarenta minutos sin descontar esas dos, en la primera escucha que le daba, se me hicieron cortos. En una precipitada apreciación había prejuzgado el disco al peso y no por su contenido, como si hubiese dado por hecho que una novela de quinientas páginas va a ser mejor que una de ciento cincuenta. En realidad, lo que tenía puesto en el reproductor era uno de los discos más fascinantes que he escuchado en muchos meses, empapado de una arrebatadora personalidad y con una inagotable capacidad para transmitir belleza en la oscuridad, luz en la negrura, emoción en la desesperación.
CONCEPTION:
TORE ØSTBY: Guitarra, teclados y orquestación
ROY KHAN: Cantante
INGAR AMLIEN: Bajo
ARVE HEIMDAL: Batería