Por José Ramón González.
No le vamos a descubrir a nadie las bondades de la que consideramos una de las grandes bandas de los últimos treinta años; ningún buen aficionado de Thunder va a encontrarse en este texto con una sorprendente canción que jamás haya escuchado. Se trata de jugar, de encontrar una excusa para, una vez más, poder hablar de ellos y de su música.
Si nos paramos a repasar sus tres primeros discos nos encontramos con tres obras soberbias del mejor hard rock que contienen buena parte de su repertorio habitual. No sorprende que esas canciones sigan sonando no ya tan bien como entonces, sino mejor. Quien haya tenido la fortuna de ver a la banda en directo en los últimos años habrá podido comprobar con qué energía, potencia y buen gusto cuidan su repertorio, con qué exigencia defienden su legado y con qué entrega aprovechan cada minuto en el escenario. No es difícil escuchar a Danny Bowes cantar las canciones de sus primeros discos con más profundidad y más sabiduría ahora que antes. Con lo poco amigo que soy de los directos, no suelo perderme ninguna de sus publicaciones de conciertos, sabedor de que siempre es fácil encontrar variaciones y detalles sutiles que nunca terminan de engrandecer esas canciones, porque su camino hacia la grandeza no tiene fin.
Sin embargo hemos decidido no comentar una vez más el repertorio por casi todos conocido, sino detenernos por un momento en esas otras composiciones que han quedado a la sombra de la monumental grandeza de sus incontestables. Casi todos sus aficionados las conocen. Sin duda más de uno pensará «pero si esa siempre ha sido de mis favoritas», no tengo duda. Y sin embargo ¿quién se resiste a dedicarle unas líneas más a esta inconmensurable banda? Desde luego, los redactores de Ciudadano Rock no, muchos de los cuales tienen a Thunder entre sus debilidades más arraigadas. Cosas del buen gusto.
Backstreet symphony (1990): «Distant thunder».
De un álbum como Backstreet Symphony poco se puede decir que no esté rayano en la admiración y el deslumbramiento. Es el primer disco de la banda, publicado pocos meses después de haber desmontado Terraplane, y en él ya mostraban ese hard rock inyectado de blues y soul. No eran precisamente nuevos en el negocio, y eso en este disco se nota y mucho. Un clásico indiscutible de los noventa con nada menos que cinco singles y otras tantas canciones que podrían serlo sin inmutarse. Varias de ellas forman parte de su repertorio desde entonces, así que encontrar una que no haya sido tarareada, cantada, gritada o bailada por cualquiera que no tenga las orejas de trapo es misión imposible. Probablemente la canción menos recurrente en las recopilaciones y directos de la banda sea «Girl’s going out of her head», aunque aparece en ellos de vez en cuando. Fue una de las canciones que ya grabaron como demo cuando aún eran Terraplane y una de las que decidió a la banda a cambiar de dirección. Según Luke Morley esa canción ya no encajaba con lo que la banda era y marcaba una nueva filosofía musical.
Así que como la banda ya ha recuperado esa canción nosotros vamos a hacerlo con «Distant thunder» a pesar de que sí, tiene trampa, porque esta canción no aparecía en el vinilo original, sólo en el cd. Se trata de una canción más rápida, al estilo de «Girl’s…» pero más hard rock y puede que menos Thunder. El riff de guitarra del comienzo de la canción es muy escuela clásica de hard rock, carece del toque rock & roll y blues de origen setentas tan característico de la banda, es más hijo de los ochenta. Bowes se desgañita un poco sin controlar totalmente la voz por lo que se acerca a otro estilo. En el directo del Hammersmith de 1990 se puede escuchar, y asimismo lo que le cuesta a Bowes llegar tan alto. Eso sí, tiene mucha fuerza la entrada del solo y la parte final mantiene el buen gusto en el desarrollo instrumental. Así pues, si hay una canción que queda a la sombra en ese monumental álbum, sin duda es ésta.
Laughing on Judgement day (1992): «The moment of truth» y «Baby I’ll be gone».
Algo parecido a lo que decíamos del primer disco de la banda podemos aplicar a esta segunda obra magistral de los británicos. En Laughing on Judgement day hay catorce canciones, y en ellas la banda se supera en casi todos los aspectos. El paso que dan con respecto a Backstreet Symphony es importante. Grabar un disco tan largo y conseguir que ninguna canción desmerezca al resto es complicado; por ello, consciente de que no voy a sorprender a nadie con ninguna canción del trabajo, he decidido pararme en dos grandes canciones que no son las que suelen aparecer en sus directos. Y porque «Feeding the flame» me resulta extraordinariamente buena como para meterla aquí.
Como dato llamativo, «The moment of truth» es de las poquísimas canciones en las que Morley no está implicado. Compuesta por Bowes, Harry James y Ben Matthews tiene ese ritmo funky que saben adaptar tan bien al hard rock. El estribillo es fantástico aunque quizás no alcance la excelencia de otras composiciones (eso, cuando hablamos de Thunder, significa que sólo es buenísima).
Lo único que puede hacer sombra a «Baby I’ll be gone» es tener delante las otras trece canciones del disco. La última de un álbum de casi setenta minutos lo tiene difícil, pero si se escucha aislada nos encontramos con una canción tremenda. De hecho, Morley la recupera en The rare, the raw and the rest… (1999) y asegura que es una de sus canciones favoritas. Una composición con mucha densidad Zeppelin, muy intensa y sobre la que sopla una brisa setentas arreciada por unas guitarras de corte heavy. Los coros enmarcan el estribillo marca de la casa.
Behind closed doors (1995): «Too scared to live» y «It happened in this town».
A este disco ya le dedicó una muy afortunada reseña nuestro compañero Javi Segura, por lo que resulta ocioso repetir que es tan bueno como los dos anteriores. Un álbum soberbio en el que, como siempre, tratan de buscar nuevas vías expresivas.
En algún momento se dieron cuenta de que «Ball and chain» es una gran canción, por lo que se ha reincorporado en algún momento al directo y aparece en recopilatorios. Como ocurría con los anteriores, donde hay tanto bueno para elegir a alguna canción le tiene que tocar sufrir el banquillo.
De este álbum sí que hay dos canciones que han ido desapareciendo del repertorio, aunque no del de los fans, de un disco de los que, como comentaba Javi, se escucha de principio a fin. No sobra nada.
«Too scared to live» es tan retozona que quizás no se la toma demasiado en serio. Mucha más funky que rock cuenta con unos apropiadísimos coros de voces femeninas que se la llevan de cabeza al soul.
Y por último sí que tenemos un caso de gran canción olvidada en recopilatorios y directos cuya ausencia sólo se explica, de nuevo, por estar al final de un disco tan tremendo como Behind closed doors. Bueno, puede que también porque tienen otras canciones del mismo estilo que han gozado de mayor fortuna. «Low life in high places», «Today the worlds stops turning», «Until my dying day» o «Future train», en este mismo disco, forman parte del mismo árbol genealógico, una vertiente de canciones que combinan lo acústico y lo eléctrico de un modo excepcional. Cualquier banda querría tener una canción como «It happened in this town» y a ellos, mira, les sobran. Por eso son tan grandes.
Ahora imaginemos a alguien que nunca ha escuchado a Thunder y lo primero con lo que se encuentra son estas cinco canciones. Puede pensar: pero si son muy buenas, ¿cómo serán entonces las más conocidas? Pues eso.